Una adolescente fue declarada con muerte cerebral, tras sufrir un fuerte golpe en la cabeza. Un amigo de la familia oró por ella y milagrosamente despertó y se recuperó completamente.
Taylor Hale sufrió el accidente en septiembre de 2011, cuando al término de un partido de fútbol, uno de sus amigos se disponía a retirarse con su auto. La chica y una amiga, a manera de broma, se subieron encima del auto (en el capó) para impedir que salga. El muchacho puso involuntariamente el vehículo en reversa, y fue cuando ambas cayeron al pavimento. Mientras que su amiga quedó ilesa, Taylor se golpeó severamente la cabeza perdiendo la conciencia.
La adolescente fue llevada al hospital a la Unidad de Cuidados Intensivo (UCI), donde le diagnosticaron muerte cerebral. Después de siete días en coma, los médicos avisaron a la familia que el fuerte golpe que recibió, había provocado una hemorragia interna y que no había posibilidades de que sobreviviera, según informa Dailymail.
Pero la visita de un amigo de la familia, cambió la situación. Jeff Stickel, un quiropráctico y además cristiano, visitó a la chica en el hospital y oró poniendo sus manos cerca a su cuello.
Los padres de Taylor le dijeron a Stickel que su hija estaba inconsciente y no había nada que se pudiera hacer por ella. Stickel preguntó si podía orar con la familia y estuvieron de acuerdo. Luego puso su mano en el cuello de la muchacha y pidió a Dios que perdonara la vida e hiciera un milagro en la adolescente.
Más tarde, ese mismo día, después que Stickel se había marchado, los médicos anunciaron la recuperación increíble de la chica. Vieron que respiraba por su cuenta sin necesidad de las máquinas. Para las próximas horas, Taylor, ahora de vuelta con vida, comenzó a mostrar signos visibles de mejoría, la actividad cerebral regresó, y por primera vez en una semana, estaba tratando de hablar.
"Fue la mano de Dios quien hizo el trabajo", dijo Chuck Hale, padre de la menor. "Esa es la única cosa que puede explicar", dijo.
Hoy Taylor tiene 18 años, y junto a su familia están convencidos que Dios hizo un milagro y que no perdió la vida debido a la intervención divina. "Siempre estoy agradecida a todos los médicos y enfermeras que me ayudaron a conseguir la mejoría, pero sé que Dios hizo la mayor parte", dijo.
Taylor Hale sufrió el accidente en septiembre de 2011, cuando al término de un partido de fútbol, uno de sus amigos se disponía a retirarse con su auto. La chica y una amiga, a manera de broma, se subieron encima del auto (en el capó) para impedir que salga. El muchacho puso involuntariamente el vehículo en reversa, y fue cuando ambas cayeron al pavimento. Mientras que su amiga quedó ilesa, Taylor se golpeó severamente la cabeza perdiendo la conciencia.
La adolescente fue llevada al hospital a la Unidad de Cuidados Intensivo (UCI), donde le diagnosticaron muerte cerebral. Después de siete días en coma, los médicos avisaron a la familia que el fuerte golpe que recibió, había provocado una hemorragia interna y que no había posibilidades de que sobreviviera, según informa Dailymail.
Pero la visita de un amigo de la familia, cambió la situación. Jeff Stickel, un quiropráctico y además cristiano, visitó a la chica en el hospital y oró poniendo sus manos cerca a su cuello.
Los padres de Taylor le dijeron a Stickel que su hija estaba inconsciente y no había nada que se pudiera hacer por ella. Stickel preguntó si podía orar con la familia y estuvieron de acuerdo. Luego puso su mano en el cuello de la muchacha y pidió a Dios que perdonara la vida e hiciera un milagro en la adolescente.
Más tarde, ese mismo día, después que Stickel se había marchado, los médicos anunciaron la recuperación increíble de la chica. Vieron que respiraba por su cuenta sin necesidad de las máquinas. Para las próximas horas, Taylor, ahora de vuelta con vida, comenzó a mostrar signos visibles de mejoría, la actividad cerebral regresó, y por primera vez en una semana, estaba tratando de hablar.
"Fue la mano de Dios quien hizo el trabajo", dijo Chuck Hale, padre de la menor. "Esa es la única cosa que puede explicar", dijo.
Hoy Taylor tiene 18 años, y junto a su familia están convencidos que Dios hizo un milagro y que no perdió la vida debido a la intervención divina. "Siempre estoy agradecida a todos los médicos y enfermeras que me ayudaron a conseguir la mejoría, pero sé que Dios hizo la mayor parte", dijo.
Fuente: acontecercristiano.net
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