Usamos la palabra Torá para referirnos a una clase, para hablar de pasajes, sentimientos y veinte mil cosas. Decimos Torá para esto, Torá para aquello, Torá… Tanto así que muchos de nuestros lectores nos han preguntado qué es la Torá y cuál es la diferencia entre la Torá oral y la Torá escrita. Es una de las preguntas más difíciles que me han hecho en la vida, porque contestarla representa poner en palabras y sistemas dialógicos premisas básicas de mi fe. Sin embargo, es una pregunta medular porque en ella se fundamenta todo el judaísmo.
Hay varios niveles en los cuales la pregunta puede ser interpretada, trato de responderla desde lo más básico y fundamental sin banalizar y simplificar su significado. Espero haber logrado mi objetivo y que este artículo logre clarifique varias dudas. Ojalá lo disfruten.
¿Cómo conocemos el pasado? La Torá como historia y tradición.
Imagínate a un hombre que nace y a los pocos años es abandonado en una isla desierta. Cuando crece no sabe nada de su origen y nunca ha tenido contacto con otro ser humano. Esta persona se acostumbraría a creer únicamente en lo que sus sentidos le dicen.
De repente llega otro ser idéntico a él, logran comunicarse y le platica que nació de otro hombre. Le dice que hace muchos años era pequeño y durante nueve meses vivió en el vientre de un ser llamado “mujer”; que dentro de ese vientre se alimentó de lo que ella comía a través de un cordón conectado a su panza y que una bolsa repleta de agua lo rodeaba para protegerlo del exterior.
Si el hombre vive en una isla donde sólo hay pájaros o peces no tiene forma de creerle a la persona que le habla. No puede comprobar lo que le está diciendo aunque sea cierto. Ese hombre nació sin tradición; a través de la razón y los sentidos físicos jamás va a poder sustituir la verdad que la experiencia enseña.
Ese es el gran conflicto que la humanidad ha enfrentado por años: lo que sabemos de nuestro origen es bastante poco. La historia que nos cuentan nuestros padres y maestros sucedió mucho antes de que nosotros naciéramos. La razón nos puede indicar si lo que nos dicen es congruente o no, lógico o no, pero jamás va determinar si es verdadero en su totalidad. Mucho de lo que conocemos y creemos no es comprobable, sin embargo, no por ello falso.
Éste es el eterno problema que enfrentan ateos, agnósticos y creyentes diariamente. No sabemos cuál fue el origen del Universo, de la vida y del hombre. Tratamos de explicarlo a través de creencias y teorías, de mundos materiales o espirituales, pero al final del día lo único que nos quedan son teorías; creencias y misterios.
Si nos vamos por la vía de la ciencia, nos damos cuenta que la física, la química y la geología nos pueden dar datos físicos, nos pueden hablar del presente, sobre leyes comprobables y fenómenos medibles, pero no nos pueden dar una historia. No pueden hablar del pasado porque no pueden comprobarlo científicamente. Tampoco nos pueden hablar del futuro, porque no saben si las condiciones que estudiaron van a ser alteradas.
Cuando aceptamos una ley científica aceptamos la creencia de que un patrón que se repite en el presente se repetirá en un futuro. Cuando aceptamos una teoría, aceptamos la explicación que se le dan a esos fenómenos en su totalidad, una deducción. Sin embargo, el futuro no puede ser comprobado porque no ha sucedido y nada nos asegura que lo que sucede en el presente realmente ocurrió en el pasado.
Sólo la historia nos puede hablar del pasado. De algo que ya ocurrió, pero para creerle a la historia necesitamos creer en las personas que lo dicen. Nuevamente nos movemos en un mundo donde no hay certezas; en ese mundo, si el individuo quiere tener un poco de sanidad debe de formar su propio marco de creencias. A través de la experiencia y a través de la razón deducirá lo que considera cierto y verdadero.
Sin embargo, si quiere saber su origen y su sentido en este mundo en todo momento depende de la historia, de la memoria que sus antecesores le han legado. Depende de una tradición, de lo que hombres y mujeres construyeron antes que él y han decidido enseñarle; de los relatos que familias enteras han decidido contarles a sus hijos, de culturas que no se han dejado vencer por el tiempo y han trasmitido los conocimientos adquiridos a lo largo de siglos.
Finalmente tenemos historia y tenemos cultura gracias a aquellos que decidieron dárnosla; gracias a aquellos que quisieron darnos un legado, una tradición.
La Torá es nuestra tradición y es nuestra memoria. Son las enseñanzas que nos fueron dadas de padres a hijos a través de los milenios y que hemos decidido preservarlas.
Es lo que nos configura como judíos, el código que marca nuestro comportamiento moral con las demás personas, con nosotros mismos y con Doos; las prácticas que realizamos comunitariamente, la forma en que educamos a nuestros hijos y el sentido que le damos a nuestro futuro.
La Torá es el centro del judaísmo: en ella se encuentran las prácticas judías, la filosofía judaica y la historia del pueblo judío. Nos fue dada y la hemos preservado de dos formas distintas: una oral y otra escrita.
Hay varios niveles en los cuales la pregunta puede ser interpretada, trato de responderla desde lo más básico y fundamental sin banalizar y simplificar su significado. Espero haber logrado mi objetivo y que este artículo logre clarifique varias dudas. Ojalá lo disfruten.
¿Cómo conocemos el pasado? La Torá como historia y tradición.
Imagínate a un hombre que nace y a los pocos años es abandonado en una isla desierta. Cuando crece no sabe nada de su origen y nunca ha tenido contacto con otro ser humano. Esta persona se acostumbraría a creer únicamente en lo que sus sentidos le dicen.
De repente llega otro ser idéntico a él, logran comunicarse y le platica que nació de otro hombre. Le dice que hace muchos años era pequeño y durante nueve meses vivió en el vientre de un ser llamado “mujer”; que dentro de ese vientre se alimentó de lo que ella comía a través de un cordón conectado a su panza y que una bolsa repleta de agua lo rodeaba para protegerlo del exterior.
Si el hombre vive en una isla donde sólo hay pájaros o peces no tiene forma de creerle a la persona que le habla. No puede comprobar lo que le está diciendo aunque sea cierto. Ese hombre nació sin tradición; a través de la razón y los sentidos físicos jamás va a poder sustituir la verdad que la experiencia enseña.
Ese es el gran conflicto que la humanidad ha enfrentado por años: lo que sabemos de nuestro origen es bastante poco. La historia que nos cuentan nuestros padres y maestros sucedió mucho antes de que nosotros naciéramos. La razón nos puede indicar si lo que nos dicen es congruente o no, lógico o no, pero jamás va determinar si es verdadero en su totalidad. Mucho de lo que conocemos y creemos no es comprobable, sin embargo, no por ello falso.
Éste es el eterno problema que enfrentan ateos, agnósticos y creyentes diariamente. No sabemos cuál fue el origen del Universo, de la vida y del hombre. Tratamos de explicarlo a través de creencias y teorías, de mundos materiales o espirituales, pero al final del día lo único que nos quedan son teorías; creencias y misterios.
Si nos vamos por la vía de la ciencia, nos damos cuenta que la física, la química y la geología nos pueden dar datos físicos, nos pueden hablar del presente, sobre leyes comprobables y fenómenos medibles, pero no nos pueden dar una historia. No pueden hablar del pasado porque no pueden comprobarlo científicamente. Tampoco nos pueden hablar del futuro, porque no saben si las condiciones que estudiaron van a ser alteradas.
Cuando aceptamos una ley científica aceptamos la creencia de que un patrón que se repite en el presente se repetirá en un futuro. Cuando aceptamos una teoría, aceptamos la explicación que se le dan a esos fenómenos en su totalidad, una deducción. Sin embargo, el futuro no puede ser comprobado porque no ha sucedido y nada nos asegura que lo que sucede en el presente realmente ocurrió en el pasado.
Sólo la historia nos puede hablar del pasado. De algo que ya ocurrió, pero para creerle a la historia necesitamos creer en las personas que lo dicen. Nuevamente nos movemos en un mundo donde no hay certezas; en ese mundo, si el individuo quiere tener un poco de sanidad debe de formar su propio marco de creencias. A través de la experiencia y a través de la razón deducirá lo que considera cierto y verdadero.
Sin embargo, si quiere saber su origen y su sentido en este mundo en todo momento depende de la historia, de la memoria que sus antecesores le han legado. Depende de una tradición, de lo que hombres y mujeres construyeron antes que él y han decidido enseñarle; de los relatos que familias enteras han decidido contarles a sus hijos, de culturas que no se han dejado vencer por el tiempo y han trasmitido los conocimientos adquiridos a lo largo de siglos.
Finalmente tenemos historia y tenemos cultura gracias a aquellos que decidieron dárnosla; gracias a aquellos que quisieron darnos un legado, una tradición.
La Torá es nuestra tradición y es nuestra memoria. Son las enseñanzas que nos fueron dadas de padres a hijos a través de los milenios y que hemos decidido preservarlas.
Es lo que nos configura como judíos, el código que marca nuestro comportamiento moral con las demás personas, con nosotros mismos y con Doos; las prácticas que realizamos comunitariamente, la forma en que educamos a nuestros hijos y el sentido que le damos a nuestro futuro.
La Torá es el centro del judaísmo: en ella se encuentran las prácticas judías, la filosofía judaica y la historia del pueblo judío. Nos fue dada y la hemos preservado de dos formas distintas: una oral y otra escrita.
Torá Escrita
La Torá escrita son los textos sagrados que preservamos en rollos dentro de casas y sinagogas. Se tratan con un cuidado extremo y se les da una reverencia especial. Se leen en servicios religiosos, y fueron hechos por un sofer (un escriba) que recibió instrucción durante años y fue preparado específicamente para copiar correctamente los textos sagrados y dotarlos de la santidad requerida.
Al hacer un rollo nuevo, él copia letra por letra el texto de un rollo anterior. Si un punto, una línea de cualquier símbolo es incorrecta o tiene un pequeño defecto, todo el rollo se considera no kasher (no legal), se le entierra y se vuelve a empezar nuevamente. Esto se ha hecho por más de 4,000 años. Por esta rigurosidad hemos logrado mantener nuestros textos sagrados inmutables a través del tiempo y el espacio geográfico.
Los primeros rollos de Torá que fueron escritos, son los cinco libros del Pentateuco (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio) fueron dictados letra por letra por Dios a Moisés. Desde entonces todos los rollos que se han escrito han sido una copia de los anteriores. Son divinos porque cada una de sus palabras fue dicha por Dois.
En ellos se cuentan la historia de la creación del hombre y del mundo, las historias de los patriarcas, la conformación del pueblo judío, el Éxodo en Egipto, la entrega de la Torá, la travesía por el desierto y la construcción del Tabernáculo. Es decir, cuenta la historia del pueblo judío y la conformación del judaísmo con genealogías y fechas. Es el relato que nos habla de nuestro origen.
Por si fuera poco, aparte, entre cada relato se encuentran las leyes que fueron dadas por Dios a Moisés y al pueblo judío. En ellas se encuentran normas con respecto a relaciones interpersonales, normas con respecto a rituales, rezos y prohibiciones. A estas leyes se les llaman mitzvot son 613 y alrededor de ellas giran todas las prácticas judías.
Aparte del Pentateuco, al cual uno se refiere como La Torá, tenemos otros textos escritos que se consideran sagrados pero no divinos. Son los Profetas (Nevim) y los Escritos (Ketuvim). En ellos se encuentran libros que fueron escritos por personas que tenían profecía como Ezequiel, Mica o David.
También se preservan en rollos, pero se leen en distintas épocas y de distintas formas. Se les considera parte de la Torá escrita, porque aunque no fueron dictados por Dios, tienen santidad y fueron escritos para ser preservados a lo largo de los milenios.
Juntos las tres compilaciones (Torá, Nevim y Ketuvim) toman el nombre de Tanaj, y son toda la Torá escrita que tenemos. Es decir, son la tradición escrita que nos fue dada, todos los otros textos que existen sobre judaísmo forman parte de la tradición oral.
Torá oral
En la Torá oral encontramos aquello que da vida a la Torá escrita. Es decir, nos dice cómo interpretar y llevar a cabo las leyes que aparecen en ella, da explicaciones a pasajes enigmáticos y enseña formas de conocer y domar las emociones.
De la Torá oral se desprende la halajá (la ley judía), el musar (libros sobre crecimiento personal), la cábala (mística judía), los midrashim (relatos explicativos de sucesos o personajes bíblicos), la liturgia y la hagadá (la filosofía judía).
Todas son enseñanzas de una sabiduría viva, porque el objetivo del estudio de Torá es que la persona integre los aprendizajes adquiridos a su vida; que la practique; que se relacione de una mejor forma consigo misma, con el prójimo y con Dios.
Durante años se prohibió escribir estas enseñanzas, precisamente porque se requiere estudiarlas de forma íntima para conocerlas, es decir con un maestro. La Torá oral fue pensada para ser trasmitida de padres a hijos, para que el conocimiento fuera interno y no externo como un libro. Y la persona supiera de dónde aprendió las enseñanzas, de su propio padre. Así también, la persona sabría que su padre lo aprendió de su abuelo, su abuelo de su tatarabuelo y éste de su propio padre, hasta llegar a Moisés quien lo aprendió de Dios.
Exilio
Durante siglos, el judaísmo soportó numerosos exilios con las formas de enseñanza tradicionales, recluyéndose en yeshivot (escuelas judaicas), pueblos y templos. Sin embargo, en el último exilio, el exilio romano, muchos de los centros de estudio fueron destruidos y se corrió el riesgo de perder toda la Torá oral. Por eso, Rabí Yehudá Anasi se vio en la dolorosa misión de recopilarla y escribirla, para evitar su destrucción.
Así en el siglo I e.C. se creó la Mishná, que contiene alrededor de 4,224 preceptos distribuidos en 6 tratados distintos. Los mishanyiot, los preceptos de la Mishná, son frases que contienen la halajá (ley judía). Por ejemplo, te dicen cuáles son los trabajos que están prohibidos realizarse en Shabat, qué se considera un espacio privado, qué es un tefilin y cómo se usa. Todas las particularidades que no vienen escritas en los rollos de Torá.
Eran preceptos que niños y adultos estudiaban y se sabían de memoria. Eran más de 70,000, pero quedaron escritos únicamente las que todo el mundo conocía y aceptaba. Para recopilarlas, Yehudá Anasi recorrió todos los centros y pueblos judíos existentes en el momento; preguntó a niños y adultos cuáles eran los preceptos y escribió únicamente aquellos que todos recitaban.
Más adelante, ya escrita la Mishná se escribe la Guemará, ésta es más que nada es filosofía judaica. Conecta la Torá oral con pasajes de la Torá escrita y da explicaciones a por qué se hace así la ley. La obra que recopila a ambas se llama Talmud es el corpus de libros más importante de la Torá oral, en él se encuentra la Mishná y la Guemará recopiladas y los comentarios que hacen a ambas varios de los rabinos más importantes. En el estudio del Talmud se centra casi toda las prácticas y creencias judías.
Aparte se encuentran otros libros de Torá oral que se han ido escribiendo a lo largo de los milenios como el Sidur, que es el libro de rezos más importante, el Zohar, el libro de donde se desprende toda la cábala el Shulján Aruj la recopilación de la halajá más completa que tenemos hasta nuestros días y el (El camino de los justos), que es el libro de musar más conocido en nuestros días. Éstos sólo por poner unos ejemplos bastante populares de los cientos de libros de Torá oral que existen y han sido recopilados a lo largo de los siglos.
En nuestros días
Es muy importante recordar que la Torá oral aunque haya partes de ella escrita sigue siendo oral. Hoy en día miles de rabinos siguen enseñando a sus alumnos judaísmo, siguen compartiendo reflexiones al hacer los servicios y familias enteras siguen estudiando Torá con sus hijos. Todo ello, las pláticas con amigos sobre un pasaje, las vivencias personales al festejar una celebración, los sentimientos hacia Dios y la Torá, las miles de pláticas y conferencias que se dan día a día son parte de la Torá oral. Contribuyen a que nuestra tradición no se pierda.
Hay un rabino que dice que la Torá escrita tiene una dimensión finita e infinita. Finita en cuanto a que está escrita y se puede leer de principio a fin sin problema, infinita en cuanto a que el aprendizaje que se obtiene de ella es infinito. La Torá oral representa ese aprendizaje, es inagotable porque se encuentra dentro de cada persona que se acerca a Hashem y su Torá y con cada persona con cada generación se mantiene y se renueva. Es el agua que riega a la semilla, el alimento de la fe.
Finalmente la Torá en su totalidad, de forma escrita y oral, es nuestro origen y nuestra tradición. Nuestro futuro, nuestra salvación.
El sentido por el cual fuimos creados, la verdad absoluta, el pacto más íntimo que se puede hacer con Dios. La razón por las que todas las cosas que existen fueron creadas.
Fuente: Enlace Judío
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