Una estrategia para profundizar tu sentido de compasión y empatía.
“Sé amable, porque cada persona que te encuentras está luchando una gran batalla”. Aparentemente este era el consejo favorito de Gloria Vanderbilt. No es lo que yo me esperaba, pero ese es el punto, ¿no? Incluso los aparentemente privilegiados, los ricos, los talentosos, no están exentos de los desafíos de la vida. Todos están luchando una gran batalla.
Porque ese es todo el sentido de la vida, y la batalla es por la vida misma. El campo de batalla ocurre en nuestra psique, en la lucha entre lo mundano y lo sagrado, la inclinación negativa y la positiva, el cuerpo y el alma.
Y es interminable. Día tras día, hora tras hora, minuto tras minuto, la lucha continúa. La línea de fuego de cada quien es diferente, pero la fuerza de batalla es similar, y así mismo debieran ser nuestras estrategias de batalla y nuestro plan de ataque. Porque si estamos involucrados en una batalla diaria por nuestras almas, entonces —como cualquier buen general—, necesitamos planear una estrategia para el éxito.
No queremos que nos tomen por sorpresa; no queremos estar desprevenidos. Esos son los errores cardinales de un líder. Y aquí tenemos la ventaja por sobre la mayoría de los estrategas militares. Sabemos que la batalla viene. No hay razón para que seamos sorprendidos inesperadamente.
Igual como un alcohólico necesita evitar las calles con carteles de neón en las que están sus bares favoritos, así mismo nosotros tenemos que mantenernos alejados de situaciones que gatillan respuestas negativas.
Si estamos a dieta, no entramos a una panadería a mirar… y oler… y… bueno, ya saben qué pasa después. Ese no sería el plan de un gran estratega.
Si constantemente llegamos tarde al trabajo, quizás debiéramos comprar un despertador sin botón de snooze (¿existen?), o poner el reloj 15 minutos más temprano (¡ya conocen los trucos!). No queremos darnos permiso a nosotros mismos para tomar la elección equivocada.
A diferencia de las películas y la televisión, nuestras batallas no son usualmente grandiosas y épicas. No se pelean en coliseos o a lo largo de fronteras internacionales. Son pequeñas y constantes peleas que asedian todos nuestros momentos despiertos.
¿Gritarle al niño que olvidó su almuerzo, o llevarlo con calma a su clase (¿o dejarlo comer el sándwich de mantequilla de maní que la maestra siempre tiene a mano?)?
¿Expresar frustración con mi pareja que olvidó recoger la ropa de la tintorería, ir yo misma o —aquí hay un pensamiento radical— ponerme algo diferente?
Luchar por saber de quién es el turno de sacar la basura, preparar la cena, leer el cuento antes de dormir, o simplemente hacerlo con una sonrisa en la cara… Estos son nuestros desafíos diarios, nuestras grandes batallas. Y nadie está inmune.
Aunque nuestro enemigo puede tener el ingenio de un terrorista, sabemos en dónde se está escondiendo y sabemos qué gatilla un ataque. Esta es nuestra oportunidad de ser inteligentes estrategas y crear un plan que funcione para enfrentar a nuestro yetzer hará, nuestra inclinación negativa.
Sí, a veces estamos durmiendo. Pero eso es culpa nuestra. Las señales están por todas partes si escogemos leerlas. También podemos apoyarnos en nuestras experiencias pasadas. Sabemos en dónde somos débiles. Sabemos en dónde somos vulnerables. Sabemos que cuando estamos cansados, nuestras defensas están bajas. Así que tenemos que planificar en torno a eso.
“Sé amable, porque cada persona que te encuentras está luchando una gran batalla”. Aparentemente este era el consejo favorito de Gloria Vanderbilt. No es lo que yo me esperaba, pero ese es el punto, ¿no? Incluso los aparentemente privilegiados, los ricos, los talentosos, no están exentos de los desafíos de la vida. Todos están luchando una gran batalla.
Porque ese es todo el sentido de la vida, y la batalla es por la vida misma. El campo de batalla ocurre en nuestra psique, en la lucha entre lo mundano y lo sagrado, la inclinación negativa y la positiva, el cuerpo y el alma.
Y es interminable. Día tras día, hora tras hora, minuto tras minuto, la lucha continúa. La línea de fuego de cada quien es diferente, pero la fuerza de batalla es similar, y así mismo debieran ser nuestras estrategias de batalla y nuestro plan de ataque. Porque si estamos involucrados en una batalla diaria por nuestras almas, entonces —como cualquier buen general—, necesitamos planear una estrategia para el éxito.
No queremos que nos tomen por sorpresa; no queremos estar desprevenidos. Esos son los errores cardinales de un líder. Y aquí tenemos la ventaja por sobre la mayoría de los estrategas militares. Sabemos que la batalla viene. No hay razón para que seamos sorprendidos inesperadamente.
Igual como un alcohólico necesita evitar las calles con carteles de neón en las que están sus bares favoritos, así mismo nosotros tenemos que mantenernos alejados de situaciones que gatillan respuestas negativas.
Si estamos a dieta, no entramos a una panadería a mirar… y oler… y… bueno, ya saben qué pasa después. Ese no sería el plan de un gran estratega.
Si constantemente llegamos tarde al trabajo, quizás debiéramos comprar un despertador sin botón de snooze (¿existen?), o poner el reloj 15 minutos más temprano (¡ya conocen los trucos!). No queremos darnos permiso a nosotros mismos para tomar la elección equivocada.
A diferencia de las películas y la televisión, nuestras batallas no son usualmente grandiosas y épicas. No se pelean en coliseos o a lo largo de fronteras internacionales. Son pequeñas y constantes peleas que asedian todos nuestros momentos despiertos.
¿Gritarle al niño que olvidó su almuerzo, o llevarlo con calma a su clase (¿o dejarlo comer el sándwich de mantequilla de maní que la maestra siempre tiene a mano?)?
¿Expresar frustración con mi pareja que olvidó recoger la ropa de la tintorería, ir yo misma o —aquí hay un pensamiento radical— ponerme algo diferente?
Luchar por saber de quién es el turno de sacar la basura, preparar la cena, leer el cuento antes de dormir, o simplemente hacerlo con una sonrisa en la cara… Estos son nuestros desafíos diarios, nuestras grandes batallas. Y nadie está inmune.
Aunque nuestro enemigo puede tener el ingenio de un terrorista, sabemos en dónde se está escondiendo y sabemos qué gatilla un ataque. Esta es nuestra oportunidad de ser inteligentes estrategas y crear un plan que funcione para enfrentar a nuestro yetzer hará, nuestra inclinación negativa.
Sí, a veces estamos durmiendo. Pero eso es culpa nuestra. Las señales están por todas partes si escogemos leerlas. También podemos apoyarnos en nuestras experiencias pasadas. Sabemos en dónde somos débiles. Sabemos en dónde somos vulnerables. Sabemos que cuando estamos cansados, nuestras defensas están bajas. Así que tenemos que planificar en torno a eso.
No juzgues tan rápido
Este es un consejo sensato para cada ser humano que está luchando la gran batalla por la vida. Pero la señorita Vanderblit lo lleva un paso más allá. No se trata solamente de la batalla que estamos luchando, sino que también es sobre la batalla que todos los que nos rodean también están teniendo.
Si recordamos que todos nuestros familiares, nuestros amigos, los miembros de nuestra comunidad y nuestros conocidos, también están luchando, esto profundizará nuestro sentimiento de compasión y empatía. No seremos tan rápidos en juzgar o ser heridos. Estaremos enfocados en sus necesidades y no las nuestras.
Es bueno que todos estén luchando una gran batalla, porque rendirse es escoger la muerte. Pero algunos desafíos son más difíciles que otros, y para algunos el costo es mayor de lo esperado. Así que tenemos que comportarnos con bondad y misericordia no solamente con nuestros amigos, sino también con nosotros mismos.
Su consejo favorito podría haber sido solamente “sé amable” y eso nos hubiera llevado lejos. Pero la segunda parte de la cita la convierte en tanto más – para nosotros y para otros. Llega al corazón de lo que significa estar vivo y desarrollarse y crecer como ser humano. Hay sabiduría en todas partes; nosotros tan sólo tenemos que hacernos receptivos a ella.
Fuente: Aish Latino
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