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agosto 01, 2017

Homenaje para el cura que abusó de menores

José Manuel Ramos Gordón fue el cura de Tábara (Zamora) durante 26 años. Hasta el pasado 1 de julio, cuando el Obispado de Astorga (León) le aplicó “la privación del oficio de párroco” tras un proceso canónico en el que el sacerdote admitió haber abusado de varios niños hace tres décadas, cuando era docente del Seminario Menor de La Bañeza (León). El obispo Juan Antonio Menéndez, sin embargo, mantuvo la condena en secreto y permitió que Ramos Gordón fuera homenajeado el pasado 17 de octubre por todo el pueblo de Tábara.

En la iglesia, llena de fieles y autoridades que desconocían los hechos, el sacerdote ofició una misa junto a su sucesor. Recibió un pergamino en agradecimiento por los servicios prestados y luego se fueron todos a celebrarlo con un banquete. “Ha manchado el nombre del pueblo. Es como si nos hubiera convertido en cómplices de unos hechos repugnantes”, exclama indignada con el obispo una vecina del municipio.

Astorga, La Bañeza y Tábara, a caballo entre las provincias de León y Zamora, son los tres vértices de un triángulo sacudido desde el pasado domingo por la noticia de los abusos, adelantada por el diario La Opinión de Zamora. Hasta entonces, salvo el obispo y unos pocos colaboradores, nadie conocía en la zona el sórdido pasado de Ramos Gordón. Solo una de las víctimas, que en 2014 remitió una carta al Papa Francisco relatando los horrores ocurridos en el seminario en el curso 1988-1989, era conocedor de la investigación.

Una víctima remitió una carta al Papa Francisco relatando los abusos que había sufrido en el seminario en 1998

La carta detalla como el denunciante, su hermano y dos niños más, que entonces tenían 13 y 14 años, recibían en sus habitaciones las visitas de quien entonces era el tutor de 7º de EGB. “Las noches se habían convertido en miedo”, relata la víctima, que hoy tiene 41 años y sufre secuelas psicológicas por los abusos sufridos. Ayer declinó hablar con EL PAÍS. Según personas de su entorno, “está muy afectado y prefiere guardar silencio”.

“Más de una vez encontré a mi hermano escondido en los baños, con el rostro desencajado, los ojos llorosos y temblando. Recuerdo decirle: ‘Vamos a la cama’. Y él, con los labios tiritando’ responder: ‘No, sé que él va a venir”, denunció al Pontífice la víctima, que extiende sus acusaciones a otros prelados de Astorga por “encubrir los hechos”.

Los chavales reunieron fuerzas dos veces para alertar de lo que estaba ocurriendo, aunque no sirvió de nada. La primera fue aproximadamente tres meses de empezar los abusos. Hablaron con el rector del Seminario, Gregorio Rodríguez (hoy fallecido). “Pensamos que sería el fin del calvario, nada más lejos de la realidad. Nadie hizo nada”, lamenta la víctima en su carta al Papa. Los abusos siguieron y los dos hermanos fueron a hablar con el tutor de sexto curso, Francisco Javier Redondo (hoy vicario episcopal de Ponferrada). “Parecía que por fin alguien haría algo por nosotros, pero no hizo nada. Por segunda vez nos ignoraron, dejándonos a merced de los caprichos sexuales de don José Manuel”, concluye la misiva.

"Las noches se habían convertido en miedo", relata una de las victimas que ahora tiene 41 años

Las denuncias de las víctimas quizá sí tuvieron consecuencias, aunque el Obispado de Astorga se niega a hablar de ello. Meses después de acabar el curso, Ramos Gordón abandonó el seminario y la docencia para siempre y pasó a ser el nuevo cura de Tábara.

El Papa recibió la carta en noviembre de 2014 y ordenó al Obispado de Astorga la apertura de un proceso pese a que los hechos ya están prescritos, tanto en vía penal como canónica. Ramos Gordón admitió los abusos, de los que se mostró “arrepentido”, y el obispo Juan Antonio Menéndez acordó trasladar al párroco, medida aplicada en julio. La gestión del caso, sin embargo, ha disgustado a casi todos en la zona, al denunciante en primer lugar, que no duda en calificar la condena impuesta de “burla”.

Esta prevé la “privación del oficio de párroco durante un periodo no inferior a un año, en el que tendrá un seguimiento tutelado por un sacerdote, realizará ejercicios espirituales un mes y desarrollará labores asistenciales en favor de sacerdotes ancianos”. El nuevo destino de Ramos Gordón es una residencia para exsacerdotes en Astorga, a tiro de piedra de la catedral, en la que este martes no quisieron atender a este diario.

“Más de una vez encontré a mi hermano escondido en los baños, con el rostro desencajado, los ojos llorosos y temblando"

El obispo también remitió una carta al denunciante en la que le pide “humildemente perdón” en nombre de la Iglesia y muestra su “profundo dolor” por unos abusos “tan deplorables y que han causado tanto sufrimiento a usted y a otros alumnos”. El Obispado, sin embargo, guarda silencio sobre las razones que le llevaron a amparar el homenaje, promovido por una cofradía de Tábara.

Ramos Gordón era una figura apreciada en este municipio de apenas 700 habitantes. “Ha sido una persona siempre amable y un gran dinamizador para el pueblo y toda la comarca”, afirma el alcalde José Ramos San Primitivo (PP). “Pero lo que ha pasado es imperdonable y mucha gente está indignada con razón”, admite el regidor. El mensaje entre la veintena de vecinos consultados es casi unánime: Ramos Gordón fue un buen cura y el pueblo tenía motivos para estar agradecido con él, pero si se sabía que había abusado de unos niños, el homenaje celebrado en octubre estaba fuera de lugar. “Fue algo innecesario. Es incomprensible que el obispo lo permitiera”, sentencia Santiago Andrés, juez de paz de Tábara.

En La Bañeza la noticia también ha removido muchas conciencias, sobre todo porque los abusos no sucedieron en los oscuros años del franquismo, sino en la España democrática de 1989. El Seminario Menor, hoy reconvertido en residencia, fue durante décadas una de las instituciones más importantes de la localidad. “Era de lo mejor de la provincia por la calidad de la educación”, explica un exalumno, que pide el anonimato y que en el momento de los hechos cursaba COU en Astorga. “Aquí estudiaban en régimen de internado muchos niños de la comarca. La disciplina era muy estricta, incluso cuando el resto de la sociedad se había modernizado y relajado en muchos aspectos”, añade este hombre. “Por lo que dicen ahora, el sacerdote era muy selectivo con sus víctimas. A todos nos da escalofríos pensar en lo que pasaron estos niños porque, aunque nunca viera nada de abusos, todos sabemos lo opresor que podía ser el ambiente ahí dentro si tenías a los curas en contra”, concluye.

Las réplicas del terremoto causado por la noticia de los abusos también han llegado hasta Puebla de Sanabria, donde Ramos Gordón dio clases en el colegio Juan XXIII (hoy cerrado) antes de llegar a La Bañeza. Exalumnos del centro han empezado a movilizarse por las redes sociales en los últimos tres días para alertar de comportamientos sospechosos, por ahora imposibles de confirmar, del expárroco de Tábara.

fuente: investigacion@elpais.es