suicidio
septiembre 10, 2020
Suicidio juvenil
Muchas veces se piensa al suicidio como un problema individual de ciertas personas puntuales. Sin embargo, no es tan así. Un autor muy reconocido del tema usó estas palabras:
“Una historia del suicidio no es más que una historia del dolor, o mejor dicho, una historia social del dolor” (Ramón Andrés, 2003, 312).
Necesitamos mirar al suicidio como un problema social. No individual. ¿Por qué? Porque las personas no somos islas, sino que estamos vinculados con otros. Lo que vivimos es el resultado de lo que otros han hecho, o han omitido. Y lo que hacemos afecta, para bien o para mal a otras personas.
Estas interrelacionados y somos interdependientes. Es por eso que al pensar en la problemática del suicidio es importante ver qué factores sociales influyen.
Son muchos. Quisiera detenerme en dos: la soledad y el aislamiento.
¿Cómo alguien puede estar solo? De muchas maneras, porque la soledad es una vivencia muy personal.
Podría alguien estar conviviendo con otros, yendo a la escuela con otros, asistiendo a un culto en alguna iglesia y sin embargo estar solo.
Un joven se siente solo cuando los otros no se interesan por lo que está viviendo, cuando sufre bullying y nadie lo defiende, cuando atraviesa momentos difíciles y pasan desapercibidos para los demás. Cuando tiene un éxito y nadie celebra junto a él, cuando tiene un desamor y otros se burlan.
Puede parecer difícil que suceda, pero es muy común. Muchos imaginan a los adolescentes y jóvenes como seres risueños, fanáticos de internet, divertidos todo el tiempo. Y no es así. Aunque nos pongan fotos con enormes sonrisas en las redes sociales.
La soledad se relaciona con el aislamiento. Alguien puede quedar aislado porque lo dejan de lado o porque se aísla de los otros por miedo, por vergüenza, por sentirse diferente, por temer el rechazo o porque le parece que no encajará en el grupo, en la familia, en la iglesia o en la sociedad.
Entonces estos dos factores se relacionan con una experiencia subjetiva personal, del joven o la joven que se sienten solos y aislados. Y los que están a su alrededor pueden notarlo o no. Ahí está la clave. Tenemos que oler la soledad, verla, detectarla. Porque no es obvia y necesitamos ir contra esto. ¿Cómo? Amando, interesándonos honestamente, abriendo la ronda de charla, compartiendo, dando importancia a lo que el otro siente, escuchando con atención, observando con amor.
Creo que los jóvenes necesitan mucho más de lo que nos damos cuenta de adultos interesados. Que sin perder su lugar de adultos, de verdad se interesen en lo que está pasando a los jóvenes.
Podemos mostrar interés de muchas maneras concretas: haciendo regalos, dando apoyo escolar, haciendo un cumpleaños sorpresa, llamando, escribiendo un mensaje.
No es fácil romper el aislamiento, sobre todo cuando alguien ya ha construido unos muros protectores para mantener lejos a los demás, pero hay que animarse a derribar esos muros y pasar del otro lado.
Siempre me impacta lo que Dios dijo al crear al hombre: Entonces el Señor Dios dijo: “No le hace bien al hombre estar solo, haré a un ser capaz de ayudarlo y que sea como él”. Génesis 2.18 PDT
En nuestra naturaleza, desde el origen, está la necesidad de sentirnos acompañados por otros que sean capaces de ayudarnos, que sean como nosotros, que se pongan a nuestro lado.
¡Seamos eso para nuestros jóvenes! Nos necesitan más de lo que nos damos cuenta.
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Pastoral iGen - Suicidio juvenil: iglesia y factores sociales