El moho espiritual
Vuestro oro y plata están enmohecidos; y su moho testificará contra vosotros, y devorará del todo vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado tesoros para los días postreros. (Stg. 5:3)
Los mohos no son animales ni plantas, sino hongos que habitualmente se encuentran en lugares húmedos y oscuros o en alimentos caducados, pudiendo hacerlos peligrosos para su consumo.
Aunque existen muchísimas especies de moho, no todas son perjudiciales para el ser humano. Algunas han contribuido a salvar millones de vidas como, por ejemplo, el famoso Penicillium notatum que descubrió el Dr. Fleming, antibiótico vulgarmente conocido como penicilina, capaz de acabar con numerosas cepas de bacterias patógenas.
También se usan mohos para la elaboración de quesos ya que les aportan sabores y aromas característicos.
Las múltiples especies existentes de mohos se incluyen dentro de géneros como: Alernaria, Acremonium, Aspergillus, Cladosporium, Mucor, Penicillium, Rhizopus, Stachybotrys, Trichoderma, Trichophyton, etc.
Por supuesto, el más conocido es Penicillium ya que, como se ha indicado, es el productor del antibiótico penicilina y abunda en el suelo, pudiendo contaminar rápidamente alimentos y frutas. Se incluye entre los llamados vulgarmente mohos verdes o azules.
Sus pequeñas hifas, o conjunto de filamentos microscópicos tubulares, crecen en la superficie de las frutas, el pan, los quesos y otros alimentos.
El moho en la Biblia
La Biblia se refiere al moho solamente en dos ocasiones. La primera, a propósito de la astucia y el engaño de los gabaonitas a Josué, que fingieron venir de muy lejos mediante atuendos desgastados y pan enmohecido, con el fin de salvar sus vidas, cosa que consiguieron (Jos. 9:5, 12).
La segunda, en relación a la crítica contra los ricos avaros por tratar injustamente a los obreros. Santiago les dice:
“Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla. Vuestro oro y plata están enmohecidos; y su moho testificará contra vosotros, y devorará del todo vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado tesoros para los días postreros. He aquí, clama el jornal de los obreros que han cosechado vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado por vosotros; y los clamores de los que habían segado han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos. Habéis vivido en deleites sobre la tierra, y sido disolutos; habéis engordado vuestros corazones como en día de matanza. Habéis condenado y dado muerte al justo, y él no os hace resistencia” (Stg. 5:2-6).
No se trata de una condena de la riqueza sino de una advertencia contra el mal uso de la misma y, sobre todo, contra la forma injusta de obtenerla.
Lo que aquí se censura es que el amor al dinero puede llegar a ser más importante que el amor a Dios y a los hermanos. Ese excesivo apego a lo material genera un orgullo que es como el moho que nos corroe y nos aleja del Altísimo (1 Ti. 6:17).
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