padre
noviembre 30, 2017
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vendiendo
junio 13, 2017
Parecía imposible cambiar
Soy de familia humilde, con padre ausente, lo que me llevó a las drogas cuando cumplí 13 años. Para llamar la atención de las personas y ser popular busqué ser aceptado de la manera equivocada. Comencé a consumir cigarrillos y bebidas alcohólicas, después pasé a dejar de ir a clases para fumar marihuana. De ahí en adelante me arriesgué vendiendo drogas y participando en varios asaltos.
Todos los días disfrutaba de fiestas y bares, en los cuales, el crack y la cocaína no podían faltar. Perdí la cuenta de cuántas veces intentaron matarme y yo también intenté matar a otros, vi y participé de varias cosas incorrectas.
Mi vida era triste y vacía, quien me miraba no se imaginaba que yo solo buscaba ser feliz. Con la familia destruida, vivía en la miseria, pues el dinero sucio que ganaba se acababa con lujos y vanidades; vivía con varias mujeres, siempre bajo el efecto de las drogas. Mi vida parecía una causa imposible.
Mi fondo del pozo vino después de que mis propios amigos intentaron matarme por causa del dinero y del poder de la delincuencia. Estábamos disfrutando y comenzamos una discusión, todos los que estaban conmigo me golpearon con botellas, piedras, patadas y cuchilladas. Había bebido mucho, solo escuchaba “¡vamos a tener que matarlo ahora!”
Después de dos días, fui encontrado por una muchacha que vio uno de mis zapatos, le pareció bonito y resolvió buscar el otro. Gracias a Dios, pues, cuando lo halló, se encontró con un muchacho entre las plantas, ensangrentado, con moscas y perros encima del cuerpo, ¡que era yo! Creyeron que era un cadáver, pero yo todavía estaba vivo.
Fui a Terapia Intensiva y estuve tres días en coma profundo, más once días en coma inducido, sufrí tres cirugías de reconstrucción facial, 48 puntos, y estuve haciendo fisioterapia durante tres meses para recuperar los movimientos hasta recibir el alta del hospital.
Tras todo eso, recibí una invitación para conocer el trabajo de la Iglesia Universal, y participar de la Fuerza Joven – FJU. Todo comenzó a cambiar en mi vida, abandoné todo lo que me hacía mal, fui liberado, dejé los malos hábitos y comencé a trabajar.
Le entregué mi vida a Jesús y me bauticé, busqué y recibí el Espíritu Santo. Hoy, con la vida transformada y los traumas del pasado superados, estoy conquistando y realizando sueños a través de la fe, soy obrero y candidato al Altar, tengo una vida diferente a la de antes, mi familia también cambió observando mi cambio.
Alguien creyó en mí, ¡ahora yo creo en ti!
Luiz Henrique
Todos los días disfrutaba de fiestas y bares, en los cuales, el crack y la cocaína no podían faltar. Perdí la cuenta de cuántas veces intentaron matarme y yo también intenté matar a otros, vi y participé de varias cosas incorrectas.
Mi vida era triste y vacía, quien me miraba no se imaginaba que yo solo buscaba ser feliz. Con la familia destruida, vivía en la miseria, pues el dinero sucio que ganaba se acababa con lujos y vanidades; vivía con varias mujeres, siempre bajo el efecto de las drogas. Mi vida parecía una causa imposible.
Mi fondo del pozo vino después de que mis propios amigos intentaron matarme por causa del dinero y del poder de la delincuencia. Estábamos disfrutando y comenzamos una discusión, todos los que estaban conmigo me golpearon con botellas, piedras, patadas y cuchilladas. Había bebido mucho, solo escuchaba “¡vamos a tener que matarlo ahora!”
Después de dos días, fui encontrado por una muchacha que vio uno de mis zapatos, le pareció bonito y resolvió buscar el otro. Gracias a Dios, pues, cuando lo halló, se encontró con un muchacho entre las plantas, ensangrentado, con moscas y perros encima del cuerpo, ¡que era yo! Creyeron que era un cadáver, pero yo todavía estaba vivo.
Fui a Terapia Intensiva y estuve tres días en coma profundo, más once días en coma inducido, sufrí tres cirugías de reconstrucción facial, 48 puntos, y estuve haciendo fisioterapia durante tres meses para recuperar los movimientos hasta recibir el alta del hospital.
Tras todo eso, recibí una invitación para conocer el trabajo de la Iglesia Universal, y participar de la Fuerza Joven – FJU. Todo comenzó a cambiar en mi vida, abandoné todo lo que me hacía mal, fui liberado, dejé los malos hábitos y comencé a trabajar.
Le entregué mi vida a Jesús y me bauticé, busqué y recibí el Espíritu Santo. Hoy, con la vida transformada y los traumas del pasado superados, estoy conquistando y realizando sueños a través de la fe, soy obrero y candidato al Altar, tengo una vida diferente a la de antes, mi familia también cambió observando mi cambio.
Alguien creyó en mí, ¡ahora yo creo en ti!
Luiz Henrique
Wicca
mayo 29, 2017
Parecía imposible cambiar
A los 13 años resolví alejarme de una denominación que mis padres frecuentaban, me parecía todo aburrido y quería experimentar cosas “nuevas”. Fue entonces que empecé a disfrutar lo que, hasta entonces, no conocía.
Comencé a frecuentar muchas fiestas, a tomar, a fumar, a consumir marihuana, todo eso me parecía lo máximo. Adopté un estilo con el cual me hice popular, todos me elogiaban, querían estar cerca de mí, pero la mayoría de esas personas estaba conmigo por interés, para ser popular como yo, eran pocas las que me querían de verdad.
Por fuera tenía un estilo que a todos les gustaba, les parecía linda, me elogiaban, pero eso era solo una cáscara. Me engañaba a mí misma, porque no me aceptaba como era, creía que era fea sin todo eso, era acomplejada, hacía de todo para sentirme bonita y feliz. Pasaba el tiempo con quien quería, pero ninguna relación resultaba bien.
Me atraían mucho las cosas malas, me gustaba oír canciones satánicas, todo lo que era sombrío y satánico me atraía.
A los 17 años, comencé a involucrarme en la Wicca (brujería blanca), por haber descubierto que yo era descendiente de brujos. Hacía maquillaje artístico, pero siempre orientado hacia cosas sombrías, vampiros, zombis, monstruos, entre otras cosas. Hacía de todo para tener atención, para sentirme alguien importante, e incluso lo lograba.
Tenía todo lo que quería, belleza, atención, personas halagándome, pero en mi interior siempre había un espacio “vacío” que no era llenado por nada ni por nadie. En realidad, ese momento de fiesta con los amigos me hacía feliz, pero cuando el momento pasaba y llegaba a casa, aquella tristeza volvía y me sentía vacía y sola.
Debido a los problemas y al vacío que sentía, estaba depresiva, comencé a tener varias crisis, tomaba Rivotril, e incluso pensé en quitarme la vida. Pero cuando pensé que no había más salida, Dios envió a alguien a ayudarme. Tuve mi momento de paz cuando llegué a la Iglesia Universal. Fui acompañada por los obreros y nadie me juzgó, ni me señaló con el dedo, ni habló de mi estilo. Allí me sentí muy acogida.
Hoy estoy en la presencia de Dios y estoy involucrándome cada día más con Él, pues entendí que la tristeza y el vacío que existían dentro de mí solamente acabarían con la presencia de Dios. Hoy ya no siento necesidad de esas cosas para sentirme bien, para sentirme feliz.
Nunca pensé que fuera a decir esto, pero todos mis deseos de esas cosas desaparecieron, porque ahora realmente sé lo que yo necesito para ser feliz: ¡DIOS! Él siempre me da el consuelo y la fuerza que yo necesito para seguir adelante. ¡Cuando se encuentra a Dios, realmente no se necesita nada más! Recibí el Espíritu Santo, formo parte de la Fuerza Joven Universal y soy voluntaria del proyecto Medios.
Thamires Terra.
Comencé a frecuentar muchas fiestas, a tomar, a fumar, a consumir marihuana, todo eso me parecía lo máximo. Adopté un estilo con el cual me hice popular, todos me elogiaban, querían estar cerca de mí, pero la mayoría de esas personas estaba conmigo por interés, para ser popular como yo, eran pocas las que me querían de verdad.
Por fuera tenía un estilo que a todos les gustaba, les parecía linda, me elogiaban, pero eso era solo una cáscara. Me engañaba a mí misma, porque no me aceptaba como era, creía que era fea sin todo eso, era acomplejada, hacía de todo para sentirme bonita y feliz. Pasaba el tiempo con quien quería, pero ninguna relación resultaba bien.
Me atraían mucho las cosas malas, me gustaba oír canciones satánicas, todo lo que era sombrío y satánico me atraía.
A los 17 años, comencé a involucrarme en la Wicca (brujería blanca), por haber descubierto que yo era descendiente de brujos. Hacía maquillaje artístico, pero siempre orientado hacia cosas sombrías, vampiros, zombis, monstruos, entre otras cosas. Hacía de todo para tener atención, para sentirme alguien importante, e incluso lo lograba.
Tenía todo lo que quería, belleza, atención, personas halagándome, pero en mi interior siempre había un espacio “vacío” que no era llenado por nada ni por nadie. En realidad, ese momento de fiesta con los amigos me hacía feliz, pero cuando el momento pasaba y llegaba a casa, aquella tristeza volvía y me sentía vacía y sola.
Debido a los problemas y al vacío que sentía, estaba depresiva, comencé a tener varias crisis, tomaba Rivotril, e incluso pensé en quitarme la vida. Pero cuando pensé que no había más salida, Dios envió a alguien a ayudarme. Tuve mi momento de paz cuando llegué a la Iglesia Universal. Fui acompañada por los obreros y nadie me juzgó, ni me señaló con el dedo, ni habló de mi estilo. Allí me sentí muy acogida.
Hoy estoy en la presencia de Dios y estoy involucrándome cada día más con Él, pues entendí que la tristeza y el vacío que existían dentro de mí solamente acabarían con la presencia de Dios. Hoy ya no siento necesidad de esas cosas para sentirme bien, para sentirme feliz.
Nunca pensé que fuera a decir esto, pero todos mis deseos de esas cosas desaparecieron, porque ahora realmente sé lo que yo necesito para ser feliz: ¡DIOS! Él siempre me da el consuelo y la fuerza que yo necesito para seguir adelante. ¡Cuando se encuentra a Dios, realmente no se necesita nada más! Recibí el Espíritu Santo, formo parte de la Fuerza Joven Universal y soy voluntaria del proyecto Medios.
Thamires Terra.