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marzo 17, 2016

Las 7 enfermedades más antiguas de la historia

El concepto de enfermedad se ha ido transformando y adaptando a las diversas culturas. La medicina moderna logró en los últimos siglos identificar los factores causantes de numerosas dolencias y en muchos casos fue capaz de encontrar una cura. Aquí una lista de las 7 enfermedades más antiguas de las que existe registro:

-Tracoma: se encuentran referencias a esta enfermedad conjuntiva, que actualmente sigue siendo la principal causante de ceguera en el mundo, en el código de Hammurabi y el papiro de Ebers. Existen suficientes datos para pensar que célebres pensadores de la antigüedad como Horacio y Cicerón la padecieron. Restos de esta enfermedad fueron hallados en un esqueleto aborigen de 10.000 años de antigüedad en Australia.

-Malaria o Paludismo: en el libro chino Nei Ching, traducido como “Libro de la Medicina”, del año 2.700 a.C., se encuentran los primeros registros escritos de esta enfermedad. Un estudio publicado en el Wall Street Journal afirma que esta infección podría haber sido causante de la muerte de la mitad de la población humana desde la edad de piedra.

-Lepra: hasta entrado el siglo XX los leprosos eran aislados en colonias y condenados a vivir una vida alejada del resto de la sociedad por el terror que causaba la posibilidad de contraer esta enfermedad. Se encuentran referencias a su particular sintomatología en la Biblia y papiros egipcios del 1.500 a.C. Restos óseos de casi 5.000 años de antigüedad con evidencia de esta patología fueron hallados en la India.

-Viruela: el informe “Estudios de paleopatología en Egipto” publicado en 1921 por Sir Marc Armand Ruffer deja constancia del hallazgo de rastros de Viruela en tres momias egipcias, la más antigua del 1.500 a.C. Se cree que esta enfermedad podría haber existido en la Tierra desde hace más de 10.000 años. Los avances científicos de los últimos dos siglos han logrado erradicar el virus.

-Cólera: catalogada por Hipócrates en el 400 a.C., se cree que el Cólera pudo haberse originado en las costas del río Ganges. La enfermedad es causada por el mal manejo de aguas, por lo que al extenderse las concentraciones urbanas a partir del siglo XV, las epidemias se fueron haciendo más frecuentes.

-Fiebre Tifoidea: la victoria espartana en la Guerra del Peloponeso, en el 430 a.C. quizás no hubiese sido posible si la resistencia de las tropas atenienses no se hubiera visto mermada por la epidemia de Fiebre Tifoidea. En la actualidad se registran habitualmente casos de la enfermedad en diferentes partes del mundo, pero su índice de mortalidad es muchísimo más bajo que hace 2.500 años.

-Tuberculosis: es posible que rastros patológicos de la enfermedad hayan sido encontrados en huesos de un homínido anterior al homo sapiens, que vivió en la tierra hace 500.000 años. Aunque los datos son insuficientes para asegurarlo, el deterioro óseo de las piezas parece indicar que la tuberculosis existe en el planeta desde hace medio millón de años..
FUENTE: SUPERCURIOSO
Imagen: Shutterstock

febrero 27, 2016

A doña María se le borró la cara

Una decena de ancianos minados por la lepra sobrevive al paso del tiempo en el último leprosario de México

Hace ya mucho tiempo, frente al espejo, María Cárdenas vio borrarse su rostro. Ocurrió lentamente, con una cadencia casi bíblica. Un ojo se nubló, luego se le hundió la nariz, le siguieron las orejas, la barbilla se deshizo y hasta los dedos desaparecieron. Todo eso pasó, pero ella, ante el espejo, seguía viéndose como la chica de 14 años, huérfana y alegre, que era antes de ser devorada por la lepra y apartada del mundo.

Han transcurrido 63 años y María, que ya es Doña María, sigue de buen humor. Indestructible, la anciana ha salido a un patio lleno de sol para celebrar la fiesta de La Candelaria. Bajo los aligustres, se ha sentado junto a Lucio, de 86 años, otro paciente de cara borrada. Ambos van en silla de ruedas. A su alrededor aletean los médicos y enfermeros del último leprosario de México, ahora llamado Hospital Dermatológico Doctor Pedro López. Les abrazan y tocan continuamente. El cariño forma parte del tratamiento contra el estigma que acompaña a la lepra. “Aunque se cure, margina a quien la sufrió, a su familia y al propio lugar donde se descubrió”, afirma el director estatal de Vigilancia Epidemiológica, Víctor Torres.

El sanatorio forma una isla extraña. Su creación fue decidida por el presidente Lázaro Cárdenas tras una protesta de enfermos que exigían un lugar donde ser atendidos. El general, impresionado por aquella marea de tullidos en el Zócalo, expropió una rica hacienda en Zoquiapan (Ixtapaluca), en el Estado de México, y se la otorgó, bajo dirección médica, a los propios pacientes. El 1 de diciembre de 1939 abrió sus puertas uno de los experimentos más singulares de América.

En sus 34 hectáreas, llegaron a convivir 680 personas. De pabellones amplios y ventilados, el lugar se volvió a una pequeña ciudad para los afectados y sus familias. Disponía de campos de cultivo, escuela, iglesia, ambulatorio, zapatería, barbería, casino y hasta una cárcel de cinco celdas custodiada por un paciente-policía. Los internos vivían en una burbuja, con sus propios ritmos. Había bailes, deportes, kermés. En algunos casos, hasta se casaban. Doña María lo hizo. En Zoquiapan conoció a su marido, otro leproso, y con él tuvo siete hijas. “Fueron buenos años. Antes de perder mi pierna izquierda, a mí me encantaba bailar, lo hacíamos en el comedor, nos ponían El zopilote mojado o La Rielera. Y anda que no nos divertíamos”, recuerda María.

Esta efervescencia empezó a languidecer a finales de los cincuenta. Los leprosarios se volvieron un sinsentido ante el avance médico. Aunque es una enfermedad de incubación lenta, cuyos síntomas puedan tardar 20 años en aparecer, las combinaciones de fármacos la hicieron curable y el cuidado a los afectados redujo drásticamente su transmisión. El bacilo, que se contagia por las gotículas nasales y orales de enfermos no tratados, inició el camino de su desaparición en México (175 casos en el último año). Y lo mismo ocurrió con Zoquiapan.

Poco a poco, dejó de haber ingresos y la ciudad de los leprosos se redujo hasta quedarse en una comunidad de 11 ancianos aislados. A su alrededor, como en sus vidas, se dibuja ahora un paisaje en retirada. En los pabellones habita el abandono y sólo un último reducto de casas, con sus flores y palmeras, mantiene la ficción de la normalidad. “Sienten melancolía, mucha, de cuando eran jóvenes y se divertían en este lugar”, dice la encargada de la atención médica, Isabel Quirós.

Los internos, con secuelas graves, ya son demasiado mayores para moverse. Casi ninguno camina, y los que pueden, no tienen con quien salir. En este lento ocaso, ladean la cabeza y guardan largos silencios. Todos, menos María. Ella, desde su silla de ruedas, sigue adelante. Se ha puesto un gorro rosa y unas gafas de sol negras. “Soy muy enamoradiza”, suelta. Y luego rompe a reír. Se hace tomar del brazo por el doctor Torres y el periodista, e implora que le canten algo. El médico, a duras penas, se arranca con una ranchera. Cuando acaba, Doña María, desafiante y mexicana, rompe con La Rielera. El corrido revolucionario hace callar a los congregados. Una voz dulce y casi infantil surge de la anciana. Yo soy rielera / tengo mi Juan / él es mi vida / yo soy su querer. Es María Cárdenas ante el espejo; huérfana y alegre.

Fuente: elpais.com