En el Jardín de Edén
Reconstruyendo el drama del árbol y la serpiente.
por Rav Zave Rudman
Lectura requerida: Génesis 2:15 – 3:34
Todos conocemos los eventos que se refieren al pecado de Adam y Javá. Después de ser creados el viernes, Dios les dio un solo mandamiento:
“Coman de todos los árboles del Jardín, pero del Árbol del Conocimiento que se encuentra en medio del Jardín no comerán” (Génesis 2:16-17).
La serpiente convenció a Javá para que comiera y ella convenció a Adam para que hiciera lo mismo. En ese momento, Adam y Javá “se dieron cuenta” que estaban desnudos y se ocultaron; Dios “buscó” dónde estaban y los castigó y exilió del Jardín de Edén.
Rabeinu Bejaie, un filósofo de la era dorada de la judería española del siglo XI, hace la siguiente observación en su libro Los deberes del corazón: “Las secciones más difíciles de la Torá son aquellas que nos son más familiares. Dado que creemos que ya las sabemos gracias a las historias de la infancia, no nos ocupamos de ellas con la profundidad que requieren eventos tan importantes y complejos” (1).
Por lo tanto, nuestro objetivo para este ensayo es volver a aprender esta famosa historia por medio de tratar los siguientes temas:
¿Por qué el Árbol era tan especial? ¿Por qué fue tan malo comer de él? ¿Cuál es la relación entre los castigos subsecuentes a la acción?
¿Quién o qué era la serpiente?
¿Por qué Dios le preguntó a Adam después del pecado: “¿En dónde estás?”?
El Árbol
Comencemos describiendo el Árbol, el cual es conocido formalmente como el "Árbol del conocimiento del bien y del mal". La palabra conocimiento, dáat, se usa más adelante para describir la unión marital entre Adam y Javá. Por lo tanto, una traducción alternativa podría ser: el "Árbol de la unión entre el bien y el mal" (2).
Y este es el meollo del asunto: cuando Dios creó el mundo, hizo una clara distinción entre el bien y el mal. Todos los temas morales eran objetivos, no subjetivos. Había una única y obvia moralidad absoluta. Es cierto, uno podía elegir hacer lo incorrecto, pero la elección era clara.
Sin embargo, Dios creó un lugar de confusión moral: el Árbol. Comer del árbol traería como consecuencia una confusión interna entre el bien y el mal. Evitar este destino era la única mitzvá que debían cumplir Adam y Javá. Y si se hubieran abstenido de comer (es decir, de entrar en ese estado de confusión), el mundo hubiera alcanzado su estado de perfección. La humanidad hubiese sido inmortal, permaneciendo eternamente en el paraíso.
El Árbol tenía un tremendo poder de seducción, el cual se basaba principalmente en cómo afectaba los sentidos: Javá primero escuchó la seducción de la serpiente, luego se vio atraída por la imagen del Árbol. Luego tomó el fruto en su mano y lo probó. Como dice el versículo: “Y cuando la mujer vio que el árbol era… una delicia para los ojos… tomó del fruto y comió…” (Génesis 3:6).
Cuando Adam y Javá comieron del árbol, esto inició un nuevo modus operandi para toda la vida humana: los sentidos se volvieron más poderosos que el intelecto. Dado que todos los placeres sensoriales son por naturaleza subjetivos, en ese momento el marco de referencia del hombre se volvió personal en lugar de universal. Como consecuencia, toda persona se sentiría ahora con el poder de decidir por sí misma entre el bien y el mal y la confusión moral entró al mundo.
Reconstruyendo el drama del árbol y la serpiente.
por Rav Zave Rudman
Lectura requerida: Génesis 2:15 – 3:34
Todos conocemos los eventos que se refieren al pecado de Adam y Javá. Después de ser creados el viernes, Dios les dio un solo mandamiento:
“Coman de todos los árboles del Jardín, pero del Árbol del Conocimiento que se encuentra en medio del Jardín no comerán” (Génesis 2:16-17).
La serpiente convenció a Javá para que comiera y ella convenció a Adam para que hiciera lo mismo. En ese momento, Adam y Javá “se dieron cuenta” que estaban desnudos y se ocultaron; Dios “buscó” dónde estaban y los castigó y exilió del Jardín de Edén.
Rabeinu Bejaie, un filósofo de la era dorada de la judería española del siglo XI, hace la siguiente observación en su libro Los deberes del corazón: “Las secciones más difíciles de la Torá son aquellas que nos son más familiares. Dado que creemos que ya las sabemos gracias a las historias de la infancia, no nos ocupamos de ellas con la profundidad que requieren eventos tan importantes y complejos” (1).
Por lo tanto, nuestro objetivo para este ensayo es volver a aprender esta famosa historia por medio de tratar los siguientes temas:
¿Por qué el Árbol era tan especial? ¿Por qué fue tan malo comer de él? ¿Cuál es la relación entre los castigos subsecuentes a la acción?
¿Quién o qué era la serpiente?
¿Por qué Dios le preguntó a Adam después del pecado: “¿En dónde estás?”?
El Árbol
Comencemos describiendo el Árbol, el cual es conocido formalmente como el "Árbol del conocimiento del bien y del mal". La palabra conocimiento, dáat, se usa más adelante para describir la unión marital entre Adam y Javá. Por lo tanto, una traducción alternativa podría ser: el "Árbol de la unión entre el bien y el mal" (2).
Y este es el meollo del asunto: cuando Dios creó el mundo, hizo una clara distinción entre el bien y el mal. Todos los temas morales eran objetivos, no subjetivos. Había una única y obvia moralidad absoluta. Es cierto, uno podía elegir hacer lo incorrecto, pero la elección era clara.
Sin embargo, Dios creó un lugar de confusión moral: el Árbol. Comer del árbol traería como consecuencia una confusión interna entre el bien y el mal. Evitar este destino era la única mitzvá que debían cumplir Adam y Javá. Y si se hubieran abstenido de comer (es decir, de entrar en ese estado de confusión), el mundo hubiera alcanzado su estado de perfección. La humanidad hubiese sido inmortal, permaneciendo eternamente en el paraíso.
El Árbol tenía un tremendo poder de seducción, el cual se basaba principalmente en cómo afectaba los sentidos: Javá primero escuchó la seducción de la serpiente, luego se vio atraída por la imagen del Árbol. Luego tomó el fruto en su mano y lo probó. Como dice el versículo: “Y cuando la mujer vio que el árbol era… una delicia para los ojos… tomó del fruto y comió…” (Génesis 3:6).
Cuando Adam y Javá comieron del árbol, esto inició un nuevo modus operandi para toda la vida humana: los sentidos se volvieron más poderosos que el intelecto. Dado que todos los placeres sensoriales son por naturaleza subjetivos, en ese momento el marco de referencia del hombre se volvió personal en lugar de universal. Como consecuencia, toda persona se sentiría ahora con el poder de decidir por sí misma entre el bien y el mal y la confusión moral entró al mundo.
Las consecuencias del pecado
Para entender mejor esta fusión entre el bien y el mal, veamos las consecuencias que tuvo el pecado:
A Adam le fue dicho que los campos ya no producirían solamente granos, sino que ahora también producirían hierbas. Originalmente, al plantar trigo, se obtenía trigo (3). Cuando Adam eligió entrar en un estado de confusión entre el bien y el mal, Dios respondió fusionando el bien y el mal en la esencia misma del mundo natural. Tal como mi decisión de plantar trigo produce una mezcla de hierbas, lo mismo ocurre en el ámbito moral: puedo creer que estoy tomando la decisión correcta cuando en realidad estoy siendo engañado para tomar un camino de corrupción moral.
A Javá le fue dicho que sus hijos nacerían y serían criados con dolor. ¿Por qué esta actividad tan natural del ser humano habría de requerir tanta ansiedad y esfuerzo? La razón es que antes del pecado todas las actividades humanas tenían un valor neutral. Al igual que respirar es esencial para la vida y es hecho naturalmente y sin fanfarria, el resto de las necesidades corporales —como la procreación y el parto— eran hechas de la misma forma. Sólo cuando la sabiduría fue confundida con el deseo sensual fue que nuestras actividades naturales se volvieron más difíciles. Y dado que el proceso de procreación es la más sensual de las actividades humanas, terminó teniendo una mezcla traumática entre el factor físico y el emocional.
Obteniendo sabiduría
Adam y Javá eran conscientes de lo que estaban haciendo. Sabían que el árbol estaba prohibido. Como dijimos antes, la delineación entre el bien y el mal era bastante clara. En el Jardín del Edén no les faltaba nada; ¿por qué sintieron una carencia?
Adam y Javá no tenían la posibilidad de materializar su compromiso con Dios por medio de entrar a un estado de desafío y entonces decidir sabiamente. Sintieron que un mundo que no les permitiera superar tal confusión demostraba que el compromiso era insuficiente. Entonces, eligieron conscientemente ponerse en esa situación.
Se dice que hay dos formas de obtener sabiduría: adquirirla intelectualmente o en base a la experiencia de vida. Desde un punto de vista sensorial, la emoción de la experiencia es inigualable. Pero al mismo tiempo está llena de peligro. ¿Realmente necesitamos probar cada droga y cada actividad decadente para saber que no son buenas para nosotros? Después de todo, todos hemos visto cómo esas vivencias acarrean el riesgo de daños físicos o emocionales permanentes.
Es por eso que la charla entre Dios y Adam y Javá después del pecado no es sobre castigo, sino sobre consecuencias. Dios dice: si esta es la decisión que tomaron (el camino del desafío), entonces así es como será su vida. Como Adam y Javá son los progenitores de toda la humanidad, (desafortunadamente) sus decisiones afectaron a todos sus descendientes por todas las generaciones.
La serpiente
Una figura muy enigmática en esta historia es la serpiente. ¿Qué tipo de animal es este, que habla y tienta a Adam y a Javá? En realidad, nos es difícil imaginar la primera serpiente, ya que parte de su castigo fue sufrir una metamorfosis y convertirse en lo que es ahora.
Antes del pecado de Adam y Javá, la Torá describe en detalle a la serpiente. Es descrita como “astuta”, le habla a Javá, camina y hasta pareciera tener su propia voluntad. Después del pecado, su castigo la destina a reptar sobre su vientre, a que su alimento sea el polvo y a tener una enemistad eterna con el hombre. ¿Qué era la serpiente originalmente y qué hizo para merecer semejante caída?
La mayoría de los comentaristas cabalísticos equipan a la serpiente con el iétzer hará, la tendencia autodestructiva a alejarnos de Dios (4). ¿Cuál es la función del iétzer hará? ¿Por qué fue creada esta tendencia? ¿Por qué fue la serpiente elegida para representar al iétzer hará?
El propósito de Dios al crear el mundo fue conferir bondad a la humanidad. El mayor bien no es darle a alguien un regalo, sino darle las facultades para que pueda alcanzar sus propios logros. Imagina a alguien que se prepara para las olimpíadas, cuyo entrenador cumple el rol del oponente. Si el entrenador no se le opone con todas sus fuerzas, el atleta se enojará con él. Y cuando el estudiante logra superar al entrenador, éste está feliz con su propia caída, ¡ya que su rol es ser vencido!
El iétzer hará es nuestro entrenador. Toda persona racional desearía tener un oponente digno a quien superar. Entonces, la serpiente original era casi humana: caminaba con sus piernas, hablaba con inteligencia y podía presentar una perspectiva diferente a la de Dios. En este aspecto, la serpiente es el sirviente ideal de Dios y del hombre. Es la fuerza que nos da la capacidad para elegir entre dos puntos de vista, siempre y cuando las opciones estén balanceadas y no sea demasiado difícil superar a la serpiente.
Cuando la decisión era entre ser intelectual o sensorial, la serpiente necesitaba tentar al hombre con una experiencia sensual. Sin embargo, necesitaba disfrazarla como una verdad racional y objetiva. Por lo tanto la serpiente era casi humana en sus capacidades.
Cuando el hombre falló esa prueba, la serpiente debió sufrir una metamorfosis. Necesitó convertirse en el obstáculo y la tentación para una humanidad diferente, a la cual ahora podría engañar con facilidad. Entonces, la serpiente inteligente y racional se convirtió en una criatura muda que vive en la suciedad. Todo su alimento sabe a polvo, se arrastra por la tierra siendo incapaz de levantarse y ni siquiera puede comunicarse ya que perdió el habla. ¿Por qué?
Originalmente, los frutos de los árboles (que representan todos los niveles de placer) eran accesibles al hombre. No faltaría nada, siempre y cuando fuera respetado el “único mandamiento”. Fue sólo después del pecado que el hombre comenzó a pensar que podría encontrar placer fuera del servicio a Dios. Por lo tanto, tal como la serpiente no puede apreciar ningún placer sin polvo y tierra, asimismo el hombre no puede apreciar el nivel más elevado de placer espiritual sin tener algo físico junto a él.
Este es nuestro oponente, el cual es apropiado para el mundo en que vivimos después del pecado.
Una figura muy enigmática en esta historia es la serpiente. ¿Qué tipo de animal es este, que habla y tienta a Adam y a Javá? En realidad, nos es difícil imaginar la primera serpiente, ya que parte de su castigo fue sufrir una metamorfosis y convertirse en lo que es ahora.
Antes del pecado de Adam y Javá, la Torá describe en detalle a la serpiente. Es descrita como “astuta”, le habla a Javá, camina y hasta pareciera tener su propia voluntad. Después del pecado, su castigo la destina a reptar sobre su vientre, a que su alimento sea el polvo y a tener una enemistad eterna con el hombre. ¿Qué era la serpiente originalmente y qué hizo para merecer semejante caída?
La mayoría de los comentaristas cabalísticos equipan a la serpiente con el iétzer hará, la tendencia autodestructiva a alejarnos de Dios (4). ¿Cuál es la función del iétzer hará? ¿Por qué fue creada esta tendencia? ¿Por qué fue la serpiente elegida para representar al iétzer hará?
El propósito de Dios al crear el mundo fue conferir bondad a la humanidad. El mayor bien no es darle a alguien un regalo, sino darle las facultades para que pueda alcanzar sus propios logros. Imagina a alguien que se prepara para las olimpíadas, cuyo entrenador cumple el rol del oponente. Si el entrenador no se le opone con todas sus fuerzas, el atleta se enojará con él. Y cuando el estudiante logra superar al entrenador, éste está feliz con su propia caída, ¡ya que su rol es ser vencido!
El iétzer hará es nuestro entrenador. Toda persona racional desearía tener un oponente digno a quien superar. Entonces, la serpiente original era casi humana: caminaba con sus piernas, hablaba con inteligencia y podía presentar una perspectiva diferente a la de Dios. En este aspecto, la serpiente es el sirviente ideal de Dios y del hombre. Es la fuerza que nos da la capacidad para elegir entre dos puntos de vista, siempre y cuando las opciones estén balanceadas y no sea demasiado difícil superar a la serpiente.
Cuando la decisión era entre ser intelectual o sensorial, la serpiente necesitaba tentar al hombre con una experiencia sensual. Sin embargo, necesitaba disfrazarla como una verdad racional y objetiva. Por lo tanto la serpiente era casi humana en sus capacidades.
Cuando el hombre falló esa prueba, la serpiente debió sufrir una metamorfosis. Necesitó convertirse en el obstáculo y la tentación para una humanidad diferente, a la cual ahora podría engañar con facilidad. Entonces, la serpiente inteligente y racional se convirtió en una criatura muda que vive en la suciedad. Todo su alimento sabe a polvo, se arrastra por la tierra siendo incapaz de levantarse y ni siquiera puede comunicarse ya que perdió el habla. ¿Por qué?
Originalmente, los frutos de los árboles (que representan todos los niveles de placer) eran accesibles al hombre. No faltaría nada, siempre y cuando fuera respetado el “único mandamiento”. Fue sólo después del pecado que el hombre comenzó a pensar que podría encontrar placer fuera del servicio a Dios. Por lo tanto, tal como la serpiente no puede apreciar ningún placer sin polvo y tierra, asimismo el hombre no puede apreciar el nivel más elevado de placer espiritual sin tener algo físico junto a él.
Este es nuestro oponente, el cual es apropiado para el mundo en que vivimos después del pecado.
Desnudos
Adam y Javá comenzaron sus vidas “desnudos y sin avergonzarse” (Génesis 2:25), pero después de comer del Árbol del Conocimiento “se hicieron conscientes de su desnudez y se fabricaron ropas” (Génesis 3:7).
¿A qué se debió el cambio?
Antes de comer del Árbol, Adam y Javá se veían principalmente como almas. Sabían que el alma es la esencia de un ser humano y que el cuerpo sirve meramente como una cubierta protectora. Como Adam y Javá estaban enfocados en el aspecto espiritual, no tenían consciencia de sus cuerpos.
Sin embargo, después del comer del Árbol, cambió la percepción humana del mundo físico. Los sentidos físicos comenzaron a seducir como si tuvieran valor propio. Los ojos de Adam y Javá “se abrieron” para enfocarse en el cuerpo. Cuando esto ocurrió, el cuerpo se convirtió en una distracción para el alma. Para un ser espiritual, ¿puede haber una humillación mayor que ser reducido a algo físico y superficial?
Esto explica la razón de por qué los animales, que no tienen alma divina, nunca sienten la necesidad de vestirse. En contraste, para Adam y Javá el cuerpo necesitaba ser cubierto, para disminuir el énfasis en lo exterior y permitir que emanase el brillo del alma.
Adam y Javá comenzaron sus vidas “desnudos y sin avergonzarse” (Génesis 2:25), pero después de comer del Árbol del Conocimiento “se hicieron conscientes de su desnudez y se fabricaron ropas” (Génesis 3:7).
¿A qué se debió el cambio?
Antes de comer del Árbol, Adam y Javá se veían principalmente como almas. Sabían que el alma es la esencia de un ser humano y que el cuerpo sirve meramente como una cubierta protectora. Como Adam y Javá estaban enfocados en el aspecto espiritual, no tenían consciencia de sus cuerpos.
Sin embargo, después del comer del Árbol, cambió la percepción humana del mundo físico. Los sentidos físicos comenzaron a seducir como si tuvieran valor propio. Los ojos de Adam y Javá “se abrieron” para enfocarse en el cuerpo. Cuando esto ocurrió, el cuerpo se convirtió en una distracción para el alma. Para un ser espiritual, ¿puede haber una humillación mayor que ser reducido a algo físico y superficial?
Esto explica la razón de por qué los animales, que no tienen alma divina, nunca sienten la necesidad de vestirse. En contraste, para Adam y Javá el cuerpo necesitaba ser cubierto, para disminuir el énfasis en lo exterior y permitir que emanase el brillo del alma.
Avergonzados frente a Dios
Después de que Adam y Javá comieron y se dieron cuenta del catastrófico cambio que habían causado en el mundo, trataron de ocultarse de Dios. Metafóricamente, Dios salió a buscarlos y gritó hacia el vacío del mundo: “Adam, ¿dónde estás?”. ¿Acaso Dios no sabía dónde estaba? ¿Adam y Javá realmente creían que podían ocultarse?
Adam y Javá sintieron vergüenza por su desnudez, pero esta vez no es por la carencia física de ropas, sino que sintieron la vergüenza de estar frente a Dios. Habían fallado en la única tarea que les habían encomendado y ahora estaban “desnudos”, desprovistos de mitzvot.
Adam y Javá sabían que Dios tenía todo el derecho a tratarlos con dureza. Sin embargo, esa no fue la forma de actuar de Dios. Dios les ofreció una oportunidad para corregir sus acciones. Si Adam y Javá se hubieran acercado a Dios y hubieran reconocido el error, eso mismo podría haber desencadenado la reversión del daño cometido. Esa es la idea de teshuvá: reconocer los errores propios y decidir no volver a cometerlos (5).
Dios quería darles a Adam y Javá la oportunidad para asumir la responsabilidad por sus acciones. Sin embargo, Adam culpó a Javá, Javá culpó a la serpiente y, como resultado, Dios debió implementar las dolorosas consecuencias con el objetivo de corregir el comportamiento equivocado.
La historia del Árbol del Conocimiento es la historia en curso de la humanidad. Nos convencemos de la rectitud de nuestras acciones y, cuando nos equivocamos, Dios nos presenta otra oportunidad para darnos cuenta y admitir nuestro error. Si lo hacemos entonces nos acercamos a Dios más que nunca antes. Pero si defendemos egoístamente nuestra posición entonces forjamos una identidad separada de Dios que nos aleja de la verdadera realidad.
Si bien en un principio Adam y Javá no eligieron acertadamente, nosotros todavía podemos hacerlo. Y si lo hacemos podremos rectificar ese importante pecado y generar el retorno al Jardín del Edén, la era utópica que tan desesperadamente ansiamos (6).
Fuente: Aish Latino
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