prueba
febrero 29, 2016
Las amenazas no detienen la ambición nuclear de Corea del Norte
Pese a las advertencias, Corea del Norte detonó en enero su cuarta bomba atómica y en febrero lanzó un cohete al espacio, lo que fue considerado como una prueba encubierta de misiles y por tanto una provocación.
Las sanciones impuestas por la comunidad internacional a Corea del Norte, ahora sumadas a la amenaza de la ONU de aplicar más medidas coercitivas, no frena la ambición nuclear y los ensayos con misiles del aislado e imprevisible régimen de Kim Jong-un.
Esas acciones suponen una violación de las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, que hasta cuatro veces en los últimos diez años ha tratado de poner coto a las ambiciones militares de Pyongyang con sanciones comerciales y financieras.
Ante el escaso efecto de las sanciones, la vecina Corea del Sur y Estados Unidos han enfocado sus esfuerzos en cortar las fuentes de ingresos que permiten seguir a flote al régimen estalinista y a sus programas nuclear y de misiles.
Barack Obama ha ratificado una nueva ley para agudizar el bloqueo económico a Pyongyang, mientras la presidenta surcoreana, Park Geun-hye, decretó el cierre del complejo industrial de Kaesong -único proyecto conjunto que mantenían ambos países- y prohibió cualquier envío a Corea del Norte, incluida la ayuda humanitaria.
La próxima vuelta a la tuerca llegará con las nuevas medidas que planea la ONU, pero que requerirán del consenso de Estados Unidos y China como miembros permanentes del Consejo de Seguridad.
"Estados Unidos quiere unas sanciones fuertes, como cortar el suministro de petróleo de Corea del Norte procedente de China, pero Pekín no parece dispuesto a aceptar este extremo", afirmó a Efe el analista Lee Sang-hyun, del instituto Sejong en Seúl.
Pekín ha sido siempre un aliado del Pyongyang, pero ha criticado las últimas pruebas nucleares y de misiles. Aún así, se opone a un castigo excesivo por temor a un conflicto armado o un flujo incontrolable de refugiados en su frontera oriental.
Lo cierto, según el experto, es que Pekín está comenzando a ver a Pyongyang como "una carga" y podría buscar formas más sutiles para "presionar o enviar un mensaje de advertencia" a su histórico aliado.
"Por ejemplo, China podría aplicar de forma estricta los controles de aduanas con Corea del Norte", asegura Lee, lo que en la práctica supondría obstaculizar las actividades comerciales transfronterizas que se han convertido en una de las principales fuentes de suministros y divisas del régimen de Kim Jong-un.
Lo que parece claro es que, independientemente de la naturaleza de las sanciones, Corea del Norte no renunciará a sus programas nuclear y de misiles.
"El desarrollo de armas nucleares y misiles es una cuestión de supervivencia para el régimen" frente a la que considera una constante amenaza de EE.UU., explica a Efe el profesor surcoreano Bong Young-shik, del Instituto de Estudios Políticos Asan.
Aún así -apunta- las sanciones "pueden servir para ralentizar el desarrollo de armas atómicas y generar inestabilidad en el país al restringir los ingresos del Gobierno".
Esa posible inestabilidad preocupa muy especialmente a Corea del Sur, ya que Pyongyang podría recurrir a ataques militares.
En 2013, después de que el Consejo de Seguridad castigara sus anteriores ensayos nuclear y de misiles con una nueva resolución, Corea del Norte emprendió una campaña de amenazas sin precedentes.
El experto de Asan pronosticó que ahora Corea del Norte podría reaccionar "con protestas, ciberataques o con el lanzamiento de misiles de corto alcance, pero no con provocaciones graves que puedan generar el riesgo de conflicto".
"Corea del Norte sabe que China no le apoyaría en caso de guerra con Corea del Sur y EE.UU., por lo que tendría todas las de perder", argumentó Bong.
Aún así -y al igual que ocurrió en 2013- a las sanciones de la ONU seguirían ejercicios militares a gran escala de Seúl y Washington en territorio surcoreano, por lo que al menos hasta abril la tensión está asegurada.
Las sanciones impuestas por la comunidad internacional a Corea del Norte, ahora sumadas a la amenaza de la ONU de aplicar más medidas coercitivas, no frena la ambición nuclear y los ensayos con misiles del aislado e imprevisible régimen de Kim Jong-un.
Esas acciones suponen una violación de las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, que hasta cuatro veces en los últimos diez años ha tratado de poner coto a las ambiciones militares de Pyongyang con sanciones comerciales y financieras.
Ante el escaso efecto de las sanciones, la vecina Corea del Sur y Estados Unidos han enfocado sus esfuerzos en cortar las fuentes de ingresos que permiten seguir a flote al régimen estalinista y a sus programas nuclear y de misiles.
Barack Obama ha ratificado una nueva ley para agudizar el bloqueo económico a Pyongyang, mientras la presidenta surcoreana, Park Geun-hye, decretó el cierre del complejo industrial de Kaesong -único proyecto conjunto que mantenían ambos países- y prohibió cualquier envío a Corea del Norte, incluida la ayuda humanitaria.
La próxima vuelta a la tuerca llegará con las nuevas medidas que planea la ONU, pero que requerirán del consenso de Estados Unidos y China como miembros permanentes del Consejo de Seguridad.
"Estados Unidos quiere unas sanciones fuertes, como cortar el suministro de petróleo de Corea del Norte procedente de China, pero Pekín no parece dispuesto a aceptar este extremo", afirmó a Efe el analista Lee Sang-hyun, del instituto Sejong en Seúl.
Pekín ha sido siempre un aliado del Pyongyang, pero ha criticado las últimas pruebas nucleares y de misiles. Aún así, se opone a un castigo excesivo por temor a un conflicto armado o un flujo incontrolable de refugiados en su frontera oriental.
Lo cierto, según el experto, es que Pekín está comenzando a ver a Pyongyang como "una carga" y podría buscar formas más sutiles para "presionar o enviar un mensaje de advertencia" a su histórico aliado.
"Por ejemplo, China podría aplicar de forma estricta los controles de aduanas con Corea del Norte", asegura Lee, lo que en la práctica supondría obstaculizar las actividades comerciales transfronterizas que se han convertido en una de las principales fuentes de suministros y divisas del régimen de Kim Jong-un.
Lo que parece claro es que, independientemente de la naturaleza de las sanciones, Corea del Norte no renunciará a sus programas nuclear y de misiles.
"El desarrollo de armas nucleares y misiles es una cuestión de supervivencia para el régimen" frente a la que considera una constante amenaza de EE.UU., explica a Efe el profesor surcoreano Bong Young-shik, del Instituto de Estudios Políticos Asan.
Aún así -apunta- las sanciones "pueden servir para ralentizar el desarrollo de armas atómicas y generar inestabilidad en el país al restringir los ingresos del Gobierno".
Esa posible inestabilidad preocupa muy especialmente a Corea del Sur, ya que Pyongyang podría recurrir a ataques militares.
En 2013, después de que el Consejo de Seguridad castigara sus anteriores ensayos nuclear y de misiles con una nueva resolución, Corea del Norte emprendió una campaña de amenazas sin precedentes.
El experto de Asan pronosticó que ahora Corea del Norte podría reaccionar "con protestas, ciberataques o con el lanzamiento de misiles de corto alcance, pero no con provocaciones graves que puedan generar el riesgo de conflicto".
"Corea del Norte sabe que China no le apoyaría en caso de guerra con Corea del Sur y EE.UU., por lo que tendría todas las de perder", argumentó Bong.
Aún así -y al igual que ocurrió en 2013- a las sanciones de la ONU seguirían ejercicios militares a gran escala de Seúl y Washington en territorio surcoreano, por lo que al menos hasta abril la tensión está asegurada.
Fuente: EFE