Los presos y los policías afirman que gracias a la evangelización la vida de todos ha cambiado en la seccional. “ Dejamos atrás nuestras culpas y nuestros pecados sumergiéndonos en el agua, y renacemos en Cristo”, dijeron.
De repente se inclinó, se tomó las piernas y comenzó a llorar. Sentado en la pequeña pileta de plástico, balbuceó algo que sonó a arrepentimiento. “Perdí todo y ahora quiero cambiar, recuperar a mi familia y mis hijos”, aseguró en medio de más de 40 presos que se apiñaron en los húmedos y escasos tres metros de ancho por trece de largo que tiene el penal de la comisaría 19ª. Dos pastores lo sumergieron en el agua y estallaron los aplausos.
Así, el lugar vivió ayer una jornada distinta, cuando 46 detenidos de los 60 que pueblan sus celdas se convirtieron al culto evangélico, una situación que ya se dio en otras seis comisarías de Rosario y que promete no detenerse.
La escenografía no resulta la más simpática. El penal es oscuro y por más que afuera el sol se empeñe en salir, a las cuatro de la tarde parece de madrugada.
Al fondo, un paño blanco con la inscripción “Yahue Sebaot” (“el Señor de los ejércitos”, según traduce alguien) cierra el cuadro. El ambiente está impregnado de humedad, es angosto y largo. En el medio, una pequeña pileta de plástico sirve para efectuar los bautismos. Y al lado, parados sobre una especie de gran banco de cemento, los detenidos aplauden, se abrazan, cantan.
Uno a uno los bautizados son sumergidos en el agua, no sin antes lanzar una promesa al aire. “Voy a cambiar”, dice uno. “Quiero abrir el corazón a Cristo”, admite otro.
Detrás de las rejas, un policía se aferra a una Itaka y confiesa su punto de vista. “Esto es como tirar algo en un pozo ciego. Yo sé por qué te lo digo”, dice mirando el ritual bautismal y deja abierta la interpretación de sus palabras.
Inés, en tanto, espía por detrás de los periodistas que se apiñan para intentar ver algo de la ceremonia y después se retira unos metros mientras se seca las lágrimas.
Su hijo, Rodrigo Benítez, es uno de los que está bautizando a los detenidos. El muchacho tiene 27 años y purgó condenas en la cárcel de Coronda y en la propia comisaría 19ª, de donde salió en libertad hace tres años. “Cristo lo cambió. Antes estaba muy mal y cayó preso, pero ahora es otra persona”, asegura la mujer con orgullo.
Unos minutos después, Mario, un detenido de 39 años, también cuenta su historia. “Mi vida fue un desastre. Estuve 13 años en Coronda, me evadí de varios penales, pero ahora estoy aquí y siento que puedo cambiar. Cristo te cambia”, asegura y se abraza con un compañero.
Un policía ratifica sus palabras. “La verdad que Mario es uno de los que organizó todo esto”, admite y remarca que en el penal “nunca hay problemas de conducta”, sino todo lo contrario, los detenidos “son muy aplicados”.
La 19ª es la séptima comisaría de Rosario que se “convirtió al culto evangélico”. Y la conversión, según explica el pastor Eduardo Rivello, forma parte del programa “Misión a la libertad”, que tiene por objetivo “llevar la palabra de Cristo a los penales”.
Los aplausos vuelven a apoderase de la escena. Otro preso acaba de bautizarse y es hora de celebrar. “Somos más que vencedores en el nombre de Jesús”, cantan los internos. Afuera el sol brilla con fuerza y se cuela por entre las rejas que dan al patio. Parece festejar una jornada distinta en la 19ª.
Fuente: La Capital
De repente se inclinó, se tomó las piernas y comenzó a llorar. Sentado en la pequeña pileta de plástico, balbuceó algo que sonó a arrepentimiento. “Perdí todo y ahora quiero cambiar, recuperar a mi familia y mis hijos”, aseguró en medio de más de 40 presos que se apiñaron en los húmedos y escasos tres metros de ancho por trece de largo que tiene el penal de la comisaría 19ª. Dos pastores lo sumergieron en el agua y estallaron los aplausos.
Así, el lugar vivió ayer una jornada distinta, cuando 46 detenidos de los 60 que pueblan sus celdas se convirtieron al culto evangélico, una situación que ya se dio en otras seis comisarías de Rosario y que promete no detenerse.
La escenografía no resulta la más simpática. El penal es oscuro y por más que afuera el sol se empeñe en salir, a las cuatro de la tarde parece de madrugada.
Al fondo, un paño blanco con la inscripción “Yahue Sebaot” (“el Señor de los ejércitos”, según traduce alguien) cierra el cuadro. El ambiente está impregnado de humedad, es angosto y largo. En el medio, una pequeña pileta de plástico sirve para efectuar los bautismos. Y al lado, parados sobre una especie de gran banco de cemento, los detenidos aplauden, se abrazan, cantan.
Uno a uno los bautizados son sumergidos en el agua, no sin antes lanzar una promesa al aire. “Voy a cambiar”, dice uno. “Quiero abrir el corazón a Cristo”, admite otro.
Detrás de las rejas, un policía se aferra a una Itaka y confiesa su punto de vista. “Esto es como tirar algo en un pozo ciego. Yo sé por qué te lo digo”, dice mirando el ritual bautismal y deja abierta la interpretación de sus palabras.
Inés, en tanto, espía por detrás de los periodistas que se apiñan para intentar ver algo de la ceremonia y después se retira unos metros mientras se seca las lágrimas.
Su hijo, Rodrigo Benítez, es uno de los que está bautizando a los detenidos. El muchacho tiene 27 años y purgó condenas en la cárcel de Coronda y en la propia comisaría 19ª, de donde salió en libertad hace tres años. “Cristo lo cambió. Antes estaba muy mal y cayó preso, pero ahora es otra persona”, asegura la mujer con orgullo.
Unos minutos después, Mario, un detenido de 39 años, también cuenta su historia. “Mi vida fue un desastre. Estuve 13 años en Coronda, me evadí de varios penales, pero ahora estoy aquí y siento que puedo cambiar. Cristo te cambia”, asegura y se abraza con un compañero.
Un policía ratifica sus palabras. “La verdad que Mario es uno de los que organizó todo esto”, admite y remarca que en el penal “nunca hay problemas de conducta”, sino todo lo contrario, los detenidos “son muy aplicados”.
La 19ª es la séptima comisaría de Rosario que se “convirtió al culto evangélico”. Y la conversión, según explica el pastor Eduardo Rivello, forma parte del programa “Misión a la libertad”, que tiene por objetivo “llevar la palabra de Cristo a los penales”.
Los aplausos vuelven a apoderase de la escena. Otro preso acaba de bautizarse y es hora de celebrar. “Somos más que vencedores en el nombre de Jesús”, cantan los internos. Afuera el sol brilla con fuerza y se cuela por entre las rejas que dan al patio. Parece festejar una jornada distinta en la 19ª.
Fuente: La Capital
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