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¿Se ha olvidado Dios de nosotros?

Durante esta pandemia mundial, muchos se hacen preguntas.

Este pensamiento, sin duda alguna, pasea por la mente de muchas personas que se debaten entre la duda y la fe, especialmente durante esta pandemia mundial. 

Para algunos Dios no está en ninguna parte, solo en la imaginación de los creyentes que necesitan emocionalmente adherirse a una especie de panteísmo universal que adquiere diversas formas de fetichismo religioso. Sin embargo, es innegable que, en medio de nuestros devaneos mentales de todo tipo, surgen preguntas y pensamientos que muchos no se atreven a revelar abiertamente porque parecerían anacrónicos y hasta absurdos para quienes pudieran leer nuestros más ocultos pensamientos. ¿Dios puede estar enfadado con la humanidad y enviarnos esta plaga como una especie de castigo bíblico? ¿O quizás se trate de que hemos construido nuestra moderna torre de Babel, expulsando a Dios de nuestros proyectos colectivos y personales y, en consecuencia, Él se ha desentendido de nosotros completamente? 

Otros muchos también se preguntan por qué esa supuesta divinidad no da señales objetivas de vida en estos momentos tan críticos para nuestra confusa y pobre humanidad que se siente impotente ante el colosal desafío de una posible extinción de la raza humana por un incontrolable y mortal agente patógeno que ha puesto en jaque al mundo entero de forma inexplicable. 

Pero acaso nos tendríamos que formular la pregunta que encabeza este artículo a la inversa: ¿Nos hemos olvidado nosotros de Dios? Lo hemos erradicado de nuestra sofisticada civilización, de nuestro imaginario social y espiritual; hemos quebrantado las reglas universales de la conciencia humana y nos hemos fabricado nuevos dioses que nos resultan más autocomplacientes y benévolos que la “represiva influencia judeocristiana”, a criterio de los nuevos ingenieros sociales que preconizan una nueva humanidad más justa y equitativa ante el naufragio de todas las ideologías que han fundamentado nuestro mundo hasta hoy. 

Por qué no ser sinceramente más humildes y atrevidos, dejando nuestros prejuicios a un lado y reconociendo que hemos confundido a nuestro Creador conla religión organizada y fastuosa que ha caricaturizado al Dios verdadero; Aquel que nos ama como nadie nos ha amado nunca ni nos amará jamás en la persona de Jesucristo, el Dios hecho Hombre. 

Ha llegado la hora de la verdad más trascendental que necesitamos reconocer los seres humanos, cual vacuna para la mordedura mortal de nuestro pecado personal de orgullo y rebeldía hacia nuestro Creador. ¡Ha llegado la hora de reconciliarnos con Dios antes de que sea demasiado tarde!… 

Por eso amigo lector, cree en el Señor Jesucristo de todo corazón y serás salvo… porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él.  

Fuente: protestantedigital.com

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