El museo del "Ara Pacis" de la capital italiana acoge hasta el próximo 15 de noviembre la muestra "Nutrir el Imperio. Historias de la alimentación en Roma y Pompeya", un recorrido compuesto por rarezas arqueológicas y una amplia variedad de recursos multimedia.
El Imperio Romano llegó a contar con más de cincuenta millones de habitantes y para su alimentación fue esencial el impulso de una política de expansión agrícola que constituyó la considerada primera globalización del consumo de la historia.
Todo para dar respuesta a preguntas como qué comían los antiguos romanos, cuáles eran sus costumbres gastronómicas, cómo transportaban sus provisiones desde otras regiones o el modo de conservarlas a su llegada a la entonces capital del mundo.
En el periodo imperial que separó a Augusto y a Constantino (27 a.C - 337 d.C), Roma se convirtió en una metrópolis de cerca de un millón de habitantes, una cifra que ninguna otra ciudad volvería a alcanzar hasta casi dos milenios después, en la Revolución Industrial.
Así, Roma ejercía de centro neurálgico de un imperio que superó los 50 millones de personas y cuya economía estaba basada en la agricultura, explicó a Efe una de las comisarias de la exposición, Orietta Rossini.
Al término de la Guerra Civil romana, Augusto, el primer emperador, impuso un periodo de pacificación conocido como la "Pax Augusti" -conmemorado en el propio Ara Pacis- entre todos los estados del Imperio, que se extendía alrededor del "Mar nuestro", es decir, el Mediterráneo.
Un espacio geográfico que hizo las veces de escenario para la "primera globalización del consumo" y que supuso la llegada a Roma de múltiples y novedosos productos, como utensilios para cocinar, hornos o vasijas para almacenar cereales y otros bienes.
"En Roma no se comía el pan producido en el campo romano ni se consumía el aceite de los olivos romanos, sino que se comía el pan hecho con cereales africanos importados por mar y se consumía aceite traído de España y también de África", dijo Rossini.
Por eso, subrayó que "todo esto anticipó una globalización del consumo alimentario", que comenzó con productos como el vino o el aceite de oliva, transportados desde distintos lugares en vasijas que también pueden admirarse en la muestra.
Y es que los romanos bebían vino de la Galia, consumían aceite de la actual Andalucía, se deleitaban con la miel griega o comían el "garum", una codiciada salsa de pescado fermentado proveniente de África, Oriente Medio o Portugal.
Pero en el centro de su gastronomía se encontraba el pan, realizado a base de grano que llegaba del recién conquistado Egipto y del que aún pueden verse muestras en esta exposición, como tres hogazas carbonizadas halladas en Herculano, sepultada junto a Pompeya y otras ciudades por la erupción del Vesubio en el 79 d.C.
La muestra explica que todos los productos llegados en las naves desde el otro lado del mar eran recursos necesarios para la supervivencia de la población y se vendía en sus mercados, puntos económicos que suponían "un privilegio y un signo de estatus para la ciudad".
"Se pueden imaginar cuáles eran los problemas para transportar los alimentos y alimentar a tantas personas en un momento en el que las comunicaciones eran claramente más lentas de lo que son hoy, pero mucho más organizadas", apuntó Rossini.
Muestra de esta incesante actividad empresarial es la existencia, aún hoy, de un depósito de vasijas rotas y pulverizadas que se amontonan en el barrio romano de Testaccio, puerto fluvial de la capital del Tíber.
La muestra repasa "cómo se organizó todo el aprovisionamiento de una gran metrópoli como Roma, la más grande de las metrópolis, la dominante", agregó la comisaria.
En el año en el que Italia acoge la Exposición Universal de Milán, centrada en la agricultura y con el lema "Alimentar el planeta. Energía para la vida", la exposición romana "trata también de profundizar en los temas que desarrolla la Expo", comentó Rossini.
"Ellos hablan de la alimentación del planeta y nosotros de cómo se resolvió el problema de nutrir el imperio en una organización política en la que todo era controlado", apostilló la comisaria.
El Imperio Romano llegó a contar con más de cincuenta millones de habitantes y para su alimentación fue esencial el impulso de una política de expansión agrícola que constituyó la considerada primera globalización del consumo de la historia.
Todo para dar respuesta a preguntas como qué comían los antiguos romanos, cuáles eran sus costumbres gastronómicas, cómo transportaban sus provisiones desde otras regiones o el modo de conservarlas a su llegada a la entonces capital del mundo.
En el periodo imperial que separó a Augusto y a Constantino (27 a.C - 337 d.C), Roma se convirtió en una metrópolis de cerca de un millón de habitantes, una cifra que ninguna otra ciudad volvería a alcanzar hasta casi dos milenios después, en la Revolución Industrial.
Así, Roma ejercía de centro neurálgico de un imperio que superó los 50 millones de personas y cuya economía estaba basada en la agricultura, explicó a Efe una de las comisarias de la exposición, Orietta Rossini.
Al término de la Guerra Civil romana, Augusto, el primer emperador, impuso un periodo de pacificación conocido como la "Pax Augusti" -conmemorado en el propio Ara Pacis- entre todos los estados del Imperio, que se extendía alrededor del "Mar nuestro", es decir, el Mediterráneo.
Un espacio geográfico que hizo las veces de escenario para la "primera globalización del consumo" y que supuso la llegada a Roma de múltiples y novedosos productos, como utensilios para cocinar, hornos o vasijas para almacenar cereales y otros bienes.
"En Roma no se comía el pan producido en el campo romano ni se consumía el aceite de los olivos romanos, sino que se comía el pan hecho con cereales africanos importados por mar y se consumía aceite traído de España y también de África", dijo Rossini.
Por eso, subrayó que "todo esto anticipó una globalización del consumo alimentario", que comenzó con productos como el vino o el aceite de oliva, transportados desde distintos lugares en vasijas que también pueden admirarse en la muestra.
Y es que los romanos bebían vino de la Galia, consumían aceite de la actual Andalucía, se deleitaban con la miel griega o comían el "garum", una codiciada salsa de pescado fermentado proveniente de África, Oriente Medio o Portugal.
Pero en el centro de su gastronomía se encontraba el pan, realizado a base de grano que llegaba del recién conquistado Egipto y del que aún pueden verse muestras en esta exposición, como tres hogazas carbonizadas halladas en Herculano, sepultada junto a Pompeya y otras ciudades por la erupción del Vesubio en el 79 d.C.
La muestra explica que todos los productos llegados en las naves desde el otro lado del mar eran recursos necesarios para la supervivencia de la población y se vendía en sus mercados, puntos económicos que suponían "un privilegio y un signo de estatus para la ciudad".
"Se pueden imaginar cuáles eran los problemas para transportar los alimentos y alimentar a tantas personas en un momento en el que las comunicaciones eran claramente más lentas de lo que son hoy, pero mucho más organizadas", apuntó Rossini.
Muestra de esta incesante actividad empresarial es la existencia, aún hoy, de un depósito de vasijas rotas y pulverizadas que se amontonan en el barrio romano de Testaccio, puerto fluvial de la capital del Tíber.
La muestra repasa "cómo se organizó todo el aprovisionamiento de una gran metrópoli como Roma, la más grande de las metrópolis, la dominante", agregó la comisaria.
En el año en el que Italia acoge la Exposición Universal de Milán, centrada en la agricultura y con el lema "Alimentar el planeta. Energía para la vida", la exposición romana "trata también de profundizar en los temas que desarrolla la Expo", comentó Rossini.
"Ellos hablan de la alimentación del planeta y nosotros de cómo se resolvió el problema de nutrir el imperio en una organización política en la que todo era controlado", apostilló la comisaria.
Fuente: EFE
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