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junio 22, 2017

El presidente del Congreso Judío Mundial aseguró que ''el antisemitismo y el antisionismo son lo mismo''

El titular del Congreso Judío Mundial, Ronald Lauder, equiparó este domingo al antisemitismo con el antisionismo, en un fuerte mensaje realizado contra los militantes del Movimiento Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) realizado en la conferencia anual del The Jerusalem Post en Nueva York.

"Ser anti-Israel es antisemita, sencillo y simplemente", sentenció Lauder, quien cuestionó con dureza el último voto de la UNESCO que negó los lazos judíos con el Monte del Templo a la vez que manifestó su preocupación por el aumento del nivel de antisemitismo en los campus universitarios.

"Las personas que quieren destruir el único Estado judío del mundo, no habiéndolo destruido militarmente ni económicamente, ahora están tratando de destruir a Israel política y moralmente", denunció.

Para combatir estas amenazas, Lauder presentó el plan de tres organizaciones de su organización para combatir estos problemas.

"El Congreso Judío Mundial tiene un plan para enfrentar estos desafíos. Creamos tres nuevas divisiones que están trabajando duro para derrotar esta nueva forma de antisemitismo. Estos esfuerzos formarán una ‘cúpula de hierro’ para defender a Israel contra el antisemitismo", afirmó.

Con ese fin, la organización lanzó un departamento de comunicaciones para permitir a los judíos ser "proactivos y agresivos" contra "los enemigos que nos definen".

La organización también reunió un equipo de abogados de primer nivel para promover activamente la legislación contra el BDS, una iniciativa que ya ha visto algunos avances, con 19 estados en EEUU que aprobaron leyes anti-BDS.

Como tercera parte de su plan, la organización está trabajando para aumentar su presencia en los campus universitarios, donde los jóvenes judíos son más propensos a encontrar discursos anti-Israel.


Fuente: radiojai.com.ar
enero 20, 2017

10 Razones por las que Admiro a Israel

La historia de Israel es uno de los capítulos más grandiosos en los anales de la historia.

En las noticias se dice: "Si no hay sangre no vende". Por ende, la historia completa de Israel rara vez es contada.

Y con la constante ráfaga de ataques anti-Israel – desde la mayoría automática de la ONU liderada por los árabes a las sanciones-boicot-desinversión; desde el lobby generado por las habilidosas ONG a la alianza roja y verde (radical musulmán de extrema izquierda) – no queda mucho lugar para mostrar la imagen completa tampoco.

Pero la historia de Israel merece ser contada. Es, para parafrasear a Winston Churchill, uno de los capítulos más grandiosos en los anales de la historia.

Esto es lo que más admiro:

Primero: la identidad del pueblo judío está construida sobre tres pilares: una fe, un pueblo y una tierra.

La tierra es inextricable en la ecuación. Incluso cuando los judíos fueron echados de la tierra por la fuerza – como ocurrió más de una vez – nunca, ni por un momento, perdieron la conexión con ella; siempre fue el centro de sus plegarias y de su sistema de creencia. Jerusalem, física y metafísicamente, es el centro de la existencia judía. La determinación de los judíos para reafirmar ese lazo por miles de años sólo puede generar asombro.

Segundo: quienes habitaron la tierra, o retornaron a ella, antes del renacimiento del Estado en 1948 enfrentaron desafíos indescriptibles.

Esos desafíos podrían fácilmente haber derrotado a personas menos decididas. El terreno mismo era árido e inflexible, los pantanos estaban infestados de enfermedades, el agua era escasa, las bandas de pillos árabes los ponían en riesgo. Pero ellos persistieron.

Tercero: esos pioneros, en contra de todas las posibilidades, hicieron florecer un campo tras otro, un árbol tras otro, un trabajo tras otro (para judíos y árabes por igual), y un vecindario tras otro.

Y asimismo, hicieron florecer al hebreo moderno. Tomaron un lenguaje antiguo y lo hicieron contemporáneo, y gracias a eso se convirtió en la lengua del nuevo Estado.

Cuarto: las políticas de estado no eran simples.

Tomó 50 años desde la visión de Teodoro Herzl del renacimiento de la nación judía hasta el Plan de Partición de 1947 de la ONU, que determinó que un estado judío y un estado árabe emergerían de la Palestina gobernada por los ingleses. Durante esas cinco décadas – con todos los altibajos globales, las artimañas de los gobiernos y las fuertes políticas – el liderazgo judío en la tierra perseveró. Fueron impávidos.

Quinto: ese mismo liderazgo judío entendió que media torta era mejor que nada. A pesar de que los judíos hubieran querido un estado más grande, y creían que los hechos históricos los hacían merecedores del mismo, el pragmatismo prevaleció por sobre el maximalismo. Y ahí radica la diferencia fundamental entre los líderes judíos y árabes de la época, y esa ha sido la diferencia desde entonces.

El Plan de Partición de 1947 podría haber solucionado las aspiraciones de judíos y árabes por igual (es decir palestinos, pero el término "palestinos" todavía no era utilizado en la ONU). Hubiera habido dos estados para dos pueblos viviendo juntos, idealmente, en paz y cooperación. Pero la insistencia árabe para quedarse con toda la tierra desató una guerra. La guerra creó un problema de refugiados, y el sueño de “tener todo” continúa siendo alimentado por demasiados líderes palestinos.

Sexto: la guerra de 1948 para aniquilar al nuevo estado podría haber sido la primera y última guerra de Israel, pero no lo fue.

Superados ampliamente en número y con inferioridad armamentística, los 650.000 judíos podrían haber sido exterminados por los cinco ejércitos árabes que estaban atacando, incluyendo a los jordanos que habían sido entrenados por los ingleses. Pero los judíos comenzaron con entusiasmo, pelearon con armas a menudo difíciles de conseguir, y eventualmente ganaron, mientras que perdieron el uno por ciento de su población – y esa fue la primera de las muchas guerras que Israel ganaría para defender su propio derecho a la existencia.

Séptimo: la capacidad de Israel de defenderse a sí mismo no es nada menos que extraordinaria. Un país del tamaño de Nueva Jersey, y sin una topografía militar favorable, ha resistido repetidos ataques de todo tipo – guerras, baterías de misiles, atentados suicidas, secuestros, manipulación de leyes y libelos de sangre modernos.

La moral y el compromiso de los israelíes de cumplir con sus obligaciones nacionales – cuando, sin lugar a dudas, preferirían quedarse estudiando, socializando y viajando – es destacable. Solos, sin haber pedido nunca la ayuda de tropas de otras naciones, defendieron el estado. Y el ingenio técnico de Israel para enfrentar cada nuevo desafío con éxito ha sido una lección para otros países. Desde Entebe a la Cúpula de Hierro, desde Osirak a la planta nuclear de Siria, Israel ha brindado respuestas viables a amenazas aparentemente insuperables.

Octavo: Israel ha forjado una sociedad mucho más cohesiva y vibrante de lo que muchos predecían.

¿Cómo, preguntaban los escépticos, podría Israel absorber judíos de cantidades de países con diferentes lenguajes, tradiciones políticas, normas culturales y prácticas religiosas? ¿Cómo podría Israel forjar un estado democrático cuando tantos refugiados vinieron de tierras árabes no democráticas y de sociedades comunistas – y todo esto en una región (el Medio Oriente), en donde no hay ninguna tradición de sociedades libres y abiertas? ¿Cómo podrían coexistir los judíos religiosos y los seculares? ¿Cómo podría Israel absorber a más de 100.000 judíos etíopes que vinieron de aldeas sin electricidad y otras comodidades modernas? ¿Y cómo podrían los no judíos, especialmente una gran comunidad árabe, participar como ciudadanos del Estado de Israel?

Todo esto es un trabajo en curso, todavía no hay una armonía absoluta pero, después de 64 años del renacimiento de Israel, puede decirse que las fuerzas centrípetas que unen al estado son mucho más fuertes que las centrifugas que tiran hacia el otro lado – y, dada la magnitud de cada uno de los desafíos, esto no es un hecho nada despreciable.

Noveno: dadas las incansables amenazas y peligros, Israel podría haberse recogido, abandonado la esperanza y renunciado a la paz, pero no lo ha hecho.

En cambio, Israel ha abrazado al mundo, compartiendo su amplio conocimiento en la materia con los países en desarrollo, y a menudo, estando entre los primeros en la escena cuando acontecen desastres. Ha apoyado la vida de una manera que es difícil de imaginar. Y, a pesar del fracaso de un esfuerzo de paz tras otro desde los históricos tratados con Egipto (1979) y Jordania (1994) – por no mencionar las experiencias de retirada del sur del Líbano sólo para que Hizbolá, sustentado por Irán, ocupara el lugar desalojado, o de Gaza, sólo para que Hamás, cuyos estatutos llaman a la destrucción de Israel, tomara el control – Israel aún se aferra a la creencia de que la paz, basada en una importante resignación de territorio y en una solución de dos estados, es posible.

Y décimo: lo que los turistas ven por sí mismos cuando visitan Israel.

Como muchos visitantes primerizos comentan, ellos no tenían idea que Israel era tan pequeño ni que sus desafíos de seguridad eran tan complejos.

No tenían idea de que el árabe es un idioma oficial y que los árabes israelíes, incluso aquellos que se oponen a la existencia misma del estado, han sido elegidos para el parlamento israelí.

No sabían que las iglesias y mezquitas se encuentran en todos lados, con absoluta libertad de culto.

No tenían idea lo antiguo y moderno que es el país al mismo tiempo.

No entendían la avanzada democracia que es, incluyendo una prensa llena de vida, una magistratura independiente, una variedad de organizaciones sin fines de lucro, abundantes partidos políticos y una cultura argumentativa y autocrítica.

Y no tenían idea de lo orgullosos – y optimistas sobre el futuro – que son la mayoría de los israelíes.

Por casi 2.000 años, los judíos sólo podían soñar – y rezar – por el renacimiento de Israel. Hoy es una realidad. Y yo me cuento entre los afortunados que la ven desarrollarse frente a sus propios ojos.

Fuente: Aish Latino
octubre 10, 2016

OBAMA PREPARA UN MOVIMIENTO DETESTABLE CONTRA ISRAEL

Las terribles imágenes de la masacre en Alepo no sólo perturban, sino que despiertan en nosotros la desesperación de ver, en nuestro propio tiempo, el fracaso del “éxito de la libertad”, del que John F. Kennedy habló durante su discurso inaugural.

  Es decir, el fracaso de una garantía estadounidense de un mundo en el que la democracia, como mínimo, competía para establecer su primacía. Aún más paradójicos son los niveles a los que nos hacen rebajarse actualmente. Por lo que a Obama se refiere, tras su decisión de dejar de bombardear los aviones de Assad (una decisión que ahora es irreversible dada la presencia de los misiles rusos S-300), cae en el más absoluto ridículo con su casi tediosa aversión hacia Israel que parece, sobre todo en este momento, buscar nuevos horizontes.

Tal vez su legado podría ser el de un Oriente Medio destrozado: algo triste para un hombre cuya dirección se inició visitiendo la capa roja del Premio Nobel. Pero como el hilo de Ariadna, una serie de pistas nos llevan a creer que, después de la votación del 8 de noviembre y antes de la inauguración el 20 de enero, Obama está planeando un muy fuerte movimiento en contra de Israel durante un período en el que ya no pueda influir en el resultado de la elección presidencial o perjudicar a Hillary.

 En otras palabras, frente a una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU durante el período de “hombre de paja”, pasar por alto la necesidad de negociaciones entre las dos partes, impondrá las fronteras, así como configurará los parámetros para el nacimiento de un Estado palestino, renegando de la larga data de veto estadounidense. Permitirá la resolución apoyada por la iniciativa francesa para que gane la conferencia de paz. En la práctica, las consecuencias sólo serían de descrédito y, posiblemente, a sanciones contra Israel. En tiempos de BDS (boicot, desinversión, sanciones contra Israel), este descrédito, este respaldo a arrinconar a Israel parece conducir más o menos conscientemente la política de Estados Unidos hacia Israel.

Sorprendentemente, la Casa Blanca borró una referencia al hecho de que en el funeral de Peres Obama había hablado en “Jerusalén, en Israel” de una declaración publicada anteriormente en el discurso del Presidente. Es decir, el venerado Peres ya no estaría enterrado en Israel, sino más bien, en una tierra de nadie. Más tarde, utilizando el funeral como una porra, mientras el mundo arde, el Departamento de Estado de Estados Unidos emitió un comunicado con violencia redactado en relación con la construcción de algunas unidades de apartamentos en Shiloh, en Judea y Samaria (Cisjordania) (para reasentar a los colonos desplazados de Amona, un asentamiento ilegal desmantelado) .

La declaración dice básicamente que la memoria del líder fallecido había sido traicionada por “cementar una realidad de un estado de ocupación perpetua que es fundamentalmente incompatible con el futuro de Israel como Estado judío y democrático”. ¿Ah, sí! Las unidades de vivienda, repitió el gobierno, se construirán en un antiguo asentamiento de los refugiados de otro asentamiento destruido, sin traer un hombre más. Por lo tanto, esta crítica desproporcionada nos lleva a pensar en dos cosas: la primera es que están creando una atmósfera para un ataque político y en segundo lugar, que Obama quiere dejar su huella en Oriente Medio, con lo que él considera un impulso al proceso de paz.

 Sin embargo, es difícil pensar que tiene razón: la contribución real que podría haber hecho es la de idear un nuevo plan de distribución territorial (todos sus predecesores hicieron lo mismo) para empujar finalmente a las partes hacia las conversaciones; pedir a Abu Mazen que renuncie a su apoyo al terrorismo; y favorecer la integración de Israel dentro de Oriente Medio. Sin embargo, no lo hizo.

Obama – si insiste – será recordado como el presidente cuyo pacifismo (como ya ha sucedido en el pasado) ha alimentado el conflicto en todo Oriente Medio y más allá. Será percibido como el presidente anti-proliferación que deja que el pacto con Rusia se caiga en pedazos, como punto de referencia para la moderación islámica que favoreció el extremismo chií de Irán y Hezbollah, y que fracasó en frenar el extremismo sunita mientras provocaba el malestar de sus aliados más moderados. Este legado de fracasos sólo se ve agravado por las sanciones de la única democracia pro-estadounidense en Medio Oriente.

Fuente: https://www.enlacejudio.com