Lassana Bathily, emigrante de Malí, ocultó a clientes del comercio atacado por un yihadista
Lassana Bathily abandonó su pueblo de Malí con apenas 14 años para
buscar una vida mejor en París. A punto de ser expulsado en 2009, logró
el permiso de residencia a fuerza de no ceder en su empeño por
integrarse. Se convirtió en héroe nacional hace justo un año: es el
empleado del supermercado judío atacado el 9 de enero de 2015 por el
yihadista Amedy Coulibaly que escondió a varios clientes y ayudó a la
policía a asaltar el comercio para poner fin a la toma de rehenes. Su
historia dio una nota de esperanza a una Francia aturdida por los
ataques. Siguió una lluvia de homenajes, del presidente estadounidense,
Barack Obama, al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y recibió
la nacionalidad francesa por decisión del presidente François Hollande.
A punto de cumplirse un año del ataque, Bathily ha escrito un libro
autobiográfico, en venta desde este miércoles, intencionadamente
titulado No soy un héroe (Je ne suis pas un héros; de la editorial
Flammarion). “No he hecho nada más que ayudar a mis compañeros y a los
clientes que estaban en peligro”, explica ahora Bathily, de 25 años, en
un despacho de la editorial en París frente al Teatro de Odeón. “Cuando
los periodistas insistían en que era un musulmán que salvó a judíos, no
sabía ni qué responder. No pensé en la religión en ningún momento, sólo
en ayudar a seres humanos como yo”, insiste.
En el libro recuerda su viaje y trayectoria desde su pueblo de Samba
Dramané, en una región remota pegada a Senegal, hasta las precarias
condiciones de vida una vez alcanzado el sueño europeo y la avalancha
mediática y de homenajes que siguió a los ataques de enero.
Aquel 9 de enero, Bathily se encontraba en el sótano del Hyper Casher
de Porte de Vincennes, al este de París, colocando los alimentos en la
despensa. Se tenía que dar prisa, porque como cada viernes dejaba el
trabajo a la una para ir a la mezquita. Eran las 12.45 cuando Coulibaly,
que la víspera había matado a una policía en la periferia sur de París,
entró en el supermercado. Bathily oyó los disparos y vio cómo varios
clientes se refugiaban en el sótano. Escondió a seis de ellos, incluido
un bebé, en la cámara frigorífica y propuso escapar por el montacargas.
Ninguno se animó y Bathily decidió huir solo.
“En aquel momento yo pensaba que eran los hermanos Kouachi”, los
autores dos días antes de la matanza en la revista Charlie Hebdo, que
ese día estaban atrincherados en una imprenta en las afueras de París.
El montacargas estaba en el primer piso, lo accionó para que bajara a
pesar del tremendo ruido que hacía. Verificó que no había ningún
terrorista en su interior. “Cuando subía mi corazón latía a toda
velocidad, me podían estar esperando a la salida”, cuenta. Corrió hasta
la salida de emergencia y logró escapar sin ser visto. “Tuve suerte,
Dios me ayudó”, dice.
Pero su pesadilla no acabó allí. Una vez fuera, la policía tomó a
Bathily por un cómplice de Coulibaly. “Mi vida corrió casi más peligro
fuera que dentro. Si no hubiese obedecido a la policía me podían haber
matado”, recuerda. Pasó una hora y media esposado en un furgón policial
donde le interrogaban, hasta que unos compañeros de trabajo se acercaron
y confirmaron su identidad. Identificó las llaves del local para las
fuerzas de seguridad, les dibujó en detalle los planos del supermercado y
ayudó a lanzar el asalto de la forma más segura posible. Cuatro
personas murieron durante la toma de rehenes, ninguna de ellas durante
el asalto.
Bathily trabaja ahora por las tardes para el Ayuntamiento de París,
en el estadio de atletismo de Charlety. Por las mañanas sigue clases de
francés para mejorar su nivel. Vive en un pequeño apartamento. Se
encuentra a escasos metros de la sala Bataclan, atacada el pasado 13 de
noviembre por otros yihadistas que mataron en el local a unas 90
personas. “Justo antes del ataque pasé por delante, vi a la gente que
entraba al concierto y me fui a cenar con unos amigos”, recuerda. “A la
vuelta oímos los disparos, estábamos a 100 metros, nos refugiamos en un
bar hasta las cinco de la mañana”, dice. “Pensé en los rehenes, en que
el tiempo iba a pasar muy despacio para ellos”.
Los atentados del pasado noviembre y la cercanía del aniversario de
los de enero han reabierto la herida, pero Bathily es un optimista y
quiere seguir avanzando. Una vez finalizada la promoción de su libro,
quiere concentrarse en la fundación que ha creado para fomentar la ayuda
al desarrollo a África. Con el tiempo quiere trabajar también en la
sensibilización de los jóvenes para prevenir la radicalización. Y en lo
personal, seguir progresando. “He llegado a Francia con un visado de
turista, he estado sin papeles y he logrado integrarme. Pero no acaba
aquí, quiero seguir mejorando. El combate continúa”.
Fuente: elpais.com
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