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junio 26, 2017

Génesis: No es bueno que el hombre esté solo

 
En el segundo capítulo de Bereshit (Génesis) la Torá nos cuenta en más detalle la creación del hombre y de la mujer. Nos explica que el Creador inicialmente creó al hombre solo, sin la mujer, y luego, en una segunda etapa, creó a la mujer.

Hombre y mujer ¿Quién es superior?

Este orden en la Creación no establece ni sugiere un nivel de superioridad del hombre. En realidad se podría argumentar todo lo contrario.

1. En el relato de la Creación vemos una “evolución” desde lo menos sofisticado a lo más sofisticado. Primero HaShem crea la materia: átomos. Luego con los átomos crea la atmósfera y los continentes. Recién al final del Tercer Día de la Creación aparecen las primeras células con la creación de las plantas. Luego, en el Quinto Día, llegan los animales ovíparos: insectos, aves, peces, reptiles, anfibios. En el Sexto Día HaShem crea a los mamíferos, seres que son superiores a los ovíparos (sangre caliente, cerebro más complejo, producción de leche etc.). Al final del Sexto Día HaShem crea al hombre, un mamífero, pero con un elemento Divino superior: su inteligencia. Y la mujer aparece al final. Fue la última creación Divina. Y explicaron los Sabios que la mujer fue creada con biná yeterá, una inteligencia superior.

2. El hombre fue creado a partir de una fuente “inferior”, el polvo de la tierra, al igual que los mamíferos. La mujer, y solamente la mujer, fue creada a partir de un cuerpo vivo, una fuente “superior” al polvo de la tierra.

Special Delivery (Creada por pedido especial)

Hay otra lección muy importante que se aprende del orden en el cual la mujer fue creada. En Bereshit 2:18-20, el Creador le muestra al hombre los animales. Adam, el primer hombre, es invitado a designar el nombre de los animales y reconocerlos como una categoría diferente del ser. El famoso comentarista bíblico Radaq explica que este encuentro entre Adam y los animales le sirvió al hombre para reconocerse a sí mismo como un ser que, a diferencia de todos los demás, posee un elemento “divino” superior: su espíritu, su inteligencia. Además, si bien el elemento sexual todavía no aparece en este contexto, el “género”, lo masculino y lo femenino, también es reconocido por Adam en los animales al verlos en parejas. Y fue entonces o gracias a esto que Adam se dio cuenta que él estaba solo. La Torá afirma que el hombre no encontró entre los animales una “compañía” (עזר), o sea, alguien más, de un género diferente, pero (כנגדו) “en un nivel similar”, alguien en su mismo nivel mental, con la posibilidad de pensar y elegir. El encuentro con los animales le ayudó a Adam a comprender simultáneamente su singularidad y su soledad. Quizás ésta sea la razón por la cual HaShem no creó a la mujer al mismo tiempo que al hombre. Para que el hombre llegara a darse cuenta por sí mismo, gracias a su inteligencia Divina, que precisa de una compañía y que esa compañía (o compañera) todavía no existe. Y así, aún antes de que la mujer o la sexualidad existiesen, el hombre ya “deseaba” a la mujer.

La mujer no fue impuesta por Dios al hombre. Fue el hombre quien solicitó a HaShem que creara a la mujer. Los rabinos del Midrash expresaron esta profunda idea explicando que después de conocer a los animales Adam rezó (¡esta fue la primera plegaría!) y le pidió a HaShem una compañera a su nivel.


Fuente:halaja.org
enero 25, 2017

¿Podemos confiar en el horóscopo?

Quizás seas uno de los miles que se acercan al horóscopo a diario buscando alguna guía para la vida. Si es así, tienes puntos en común con nosotros como cristianos. Quizás también te consideres cristiano. Lo cierto es que hay algo en nosotros que parece insinuarnos que no todo se reduce a átomos y leyes físicas sin propósito trascendente alguno. El escritor C. S. Lewis dijo “«si encuentro en mí mismo un deseo que nada en este mundo puede satisfacer, la explicación más probable es que fui hecho para otro mundo”.

Algo o alguien pareciera tratar de convencernos de que tanta belleza en derredor no es la tapadera de un cosmológico fraude. Algo o alguien parece invitarnos a sospechar de que tras lo visible hay algo trascendente que está por encima de nosotros. Afirmar que sólo somos  un montón de gases que salieron de la nada y que, de forma azarosa, acabaron convirtiéndose en personas no deja de ser una afirmación extraña. La inclusión del concepto “azar” es una afirmación de fe, pero una fe en la casualidad absoluta, en el vacío y la ausencia total de propósito. Aunque suene paradójico, es la razón misma la que nos hace sospechar que nuestra capacidad para creer nos ha sido dada para enfocar nuestras esperanzas en algo más sublime y liberador que la nada o el azar. La realidad es que todos ejercemos fe y que sólo cambia es el objeto de la fe.

Tal y como rezan los tópicos de las grandes preguntas de la humanidad, lo que nos angustia es la falta de respuesta ante el innato deseo de conocer hacia adónde vamos. Ante este interrogante antiguo, pensar que el movimiento de los astros o que el día de nuestro nacimiento pueden darnos las claves no soluciona demasiado el problema de para qué fuimos creados… porque no hay nadie detrás de esa creación. Si aspiramos a lo auténtico, a la posibilidad de acceder a lo trascendente, no nos convence el depositar nuestra confianza y destino en los movimientos interplanetarios. Creemos que debe haber una verdad. Pero este un planteamiento que no no nos llena porque es la misma astrología quien deja entrever que detrás de los supuestos guías cósmicos no existe nadie sino sólo materia y caos.

Así que sin creemos en el horóscopo nos quedamos solos en nuestro viaje. El “¿Quienes somos?” o “¿Adónde vamos?” no tienen respuesta. Sin dejar de mirar hacia arriba y hacia dentro, el Jesús de la Biblia es Dios acercándose a nuestro encuentro como una persona. Se llevó nuestras culpas en una cruz y nos escucha. Y afirma que nos ha creado para darnos un futuro estelar sin nada al azar.

Por Delirante.org