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La vida nunca termina

 Por Itzjak Meir Kagan

Cuando Iaacov terminó de encargar estas cosas a sus hijos, recogió sus pies en la cama y expiró, y fue reunido a su pueblo. (Génesis 49:33).

La Torá no dice “murió”, y los sabios afirman: “Nuestro padre Iaacov no murió… así como sus hijos están vivos, él también lo está”.1

¿Qué conforma las bases del amor y la comunión entre dos amigos cercanos, entre marido y mujer o entre un niño y su padre? No es el cuerpo físico: la carne, los huesos y las entrañas, sino las características del espíritu lo que constituye la verdadera esencia del hombre. Es tan sólo que el hombre se comunica con sus padres a través del cuerpo y sus miembros. A través de sus ojos, oídos, manos, órganos del habla, etc., el hombre expresa sus pensamientos, sus sentimientos y las características de su espíritu, y (por supuesto) son estas cosas, no las herramientas corporales de expresión, las que constituyen su verdadera esencia y su ser.

Se deduce que en el Mundo de la Verdad (el más allá espiritual) el alma del difunto experimenta un placer particular al ver a los miembros de su familia recuperarse de la tragedia, volver en sí, hacer todos los esfuerzos posibles por poner sus vidas en orden y ser una fuente de inspiración y de valor para otros.

Una bala, un proyectil o una enfermedad pueden dañar el cuerpo, pero no pueden afectar el alma. Pueden causar la muerte, pero la muerte no es más que la separación del alma y el cuerpo. El alma sigue viva (por la eternidad); mantiene su conexión con la familia, en especial con los que fueron más queridos y amados. Comparte las angustias y las alegrías de la familia. Es sólo que los miembros de la familia, que están vivos en el mundo terrenal, no pueden ver la reacción del alma con sus ojos materiales, ni pueden tocarla ni sentirla con sus manos, porque la conexión física se ha perdido.

El alma del difunto experimenta una satisfacción particular al ver que sus hijos son criados en el espíritu apropiado de la Torá, libres de cualquier sentimiento de angustia o depresión, Dios no lo permita, sino en cambio (como dice la expresión tradicional) “criados para la Torá, el matrimonio y las buenas acciones”.

De una carta del Rebe para una viuda de guerra de Israel.2

Fuente: Jabad

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