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enero 10, 2024

Pastor destroza imagen de la Virgen de Guadalupe en altar de la iglesia

 


El pastor Kevin T. Wynne de la Iglesia Bautista ubicada en Monte Sión en Tamaulipas, México, ha destrozado una imagen de la Virgen de Guadalupe en medio de la celebración de un culto, al igual que una imagen de la Santa Muerte.


La Virgen de Guadalupe es una figura muy respetada y adorada en México y en muchas partes del mundo, y este acto de destrucción ha sido visto como una ofensa directa a la comunidad católica.


Este acto ha causado conmoción e indignación en los usuarios de redes sociales, mientras que en la congregación los miembros aplaudieron y se alegraron, ya que esa imagen no tiene poder, apoyando así la demostración del pastor. Quien tiene respaldo bíblico para hacerlo mediante varios versículos como los son:


Deuteronomio 5:8-10


No harás para ti escultura, ni imagen alguna de cosa que está arriba en los cielos, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.9 No te inclinarás a ellas ni las servirás; porque yo soy Jehová, tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, 10y que hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.


Las autoridades policiacas están investigando el incidente, mientras el video sigue generando debates en redes sociales.


Fuente: https://www.bibliatodo.com/NoticiasCristianas/pastor-destroza-imagen-de-la-virgen-de-guadalupe-en-altar-de-la-iglesia-video/




agosto 11, 2018

12 millones de personas le rinden culto a Santa Muerte

La Santa Muerte es más espeluznante que divina. Es venerada en México, Estados Unidos y Centroamérica. Unas 12 millones de personas le rinden culto: desde católicos hasta devotos apartados de la Iglesia le rinden culto. Pero la Santa Muerte más grande del mundo está Mexico, recientemente cientos de personas le pidieron paz en medio de la violencia rampante que sacude al país.

El domingo (5) muchos seguidores se reunieron en el Templo Internacional de la Santa Muerte en Tultitlán, un municipio del Estado de México, donde reside la imagen de la “Niña blanca” más grande que se conozca.

Los devotos pidieron por amor, salud, trabajo, dinero y la paz del país, azotado por la violencia, el crimen organizado y las bandas del narcotráfico.

Con 22 metros de altura y seis metros de base, una gigantesca estatua se erige en este municipio, vecino a la capital mexicana.  Está hecha de fibra de vidrio, viste de negro y extiende sus brazos, dejando ver sus esqueléticas manos y calavera. Sus devotos dicen encontrar en ella un oasis de esperanza.

“Es un culto hermoso, ancestral, y me siento orgullosa de pertenecer a él porque aquí todos son bienvenidos.

Son vistos como hermanos, no importa ni el color de la piel, ni el estatus social, ni las preferencia sexuales. Aquí todos somos hermanos”, explicaba a EFE Enriqueta Vargas, la “madrina” del templo.

Los ritos con la Santa Muerte se asocian a rituales y hechizos, y su culto se remonta al siglo XVIII en las comunidades indígenas.  Según diversos investigadores se remonta a 1795, cuando los indígenas adoraban un esqueleto en un poblado mexicano. Se mantuvo en secreto durante casi dos siglos, y en la capital empezó a proliferarse en la década de los cuarenta del siglo XX. La eclosión del fenómeno, que dice tener unos doce millones de fieles en todo el mundo, se produjo a mediados de los noventa.

La Iglesia Católica rechaza la veneración de la figura, que cataloga de blasfemia. Sin embargo, todos los días el templo abre sus puertas desde las primeras horas de la mañana hasta que cae la noche. Allí llegan devotos de todo México. Saludan a la gran imagen, se arrodillan, rezan y se toman fotos. Visitan los nichos que hay alrededor con figuras curiosas como una imagen de la Santa Muerte con un Jesucristo moribundo en brazos, algo que la Iglesia repudia.

Sus devotos están seguros que Santa Muerte los cuida, los ayuda. Ellos le dicen “su madre”. En el templo, la gente bautiza a sus hijos e incluso se casa. La Santa Muerte “acepta a todos”. También la veneran los desamparados, marginados y minorías.

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Cristal, una chica trans de 29 años, ya lleva seis siendo devota, entró al culto a través de un amiga también transexual. “Me ayuda a ser lo que soy, me ayuda a salir adelante y de los problemas. Ella no juzga”, explica.

Aunque muchos de los devotos de la Santa Muerte siguen siendo católicos, el culto también abraza aquellos que se han alejado de la iglesia. Como Berta, una mujer de 60 años que confesó que desde hace meses cambió el catolicismo por este culto. “La Iglesia sólo piensa en el dinero, en el puro dinero”, criticó.

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Fuente:  el Clarín AFP y EFE
marzo 19, 2016

La prisión de la Santa Muerte

Un recluso del cártel del Golfo mandaba en la cárcel mexicana de Topo Chico, donde han sido asesinados 49 internos. Tenía cama 'king size' y tele de 50 pulgadas

Los mexicanos lo suelen llamar autogobierno, y formulado así no suena tan mal, pero en realidad es un cruel mecanismo de violencia y miedo. En las cárceles del país norteamericano, el autogobierno es lo que ocurre cuando no manda el alcaide, ni los guardias, ni ninguna autoridad externa: el poder lo tienen los presos, o mejor dicho unos cuantos presos, que establecen su ley despiadada para someter a los demás y coaccionar a sus familias. Dentro de la enorme penitenciaría estatal de Topo Chico, en Monterrey, el jefe era Jorge Iván Fernández, 'el Credo', un narco del cártel del Golfo arrestado como parte de una banda que confesó medio centenar de homicidios. 'El Credo' no vivía nada mal en prisión: disfrutaba de cama 'king size', televisor de 50 pulgadas y baño de lujo, mientras la mayor parte de los presos duermen en celdas que parecen agujeros negros, sin luz ni ventilación, sobre desnudas literas de hormigón o incluso en algún rincón del suelo. Sus hombres tasaban a cada recluso con ojo experto y le asignaban un precio de miles de euros: era lo que tenían que pagar sus parientes a cambio de que no lo matasen allá dentro.

Pero el plácido retiro de 'el Credo' se complicó hace cuatro meses, cuando un juez ordenó el traslado a Topo Chico de Pedro Salvador Saldívar, conocido como 'el Z-27' o 'Comandante Flaco', un cabecilla de Los Zetas encerrado hasta entonces en una cárcel federal de alta seguridad, como aquella de la que se escapó 'el Chapo' Guzmán. Los Zetas, que surgieron como brazo armado del cártel del Golfo y después se escindieron de la organización, tienen la nefasta reputación de estar entre los más violentos de los violentos, así que la llegada del nuevo reo permitía presagiar problemas muy serios. El pasado día 11, 'el Z-27' y sus secuaces -'el Pescado', 'el Cochiloco', 'la Liebre', 'el Comando 28', 'el Sigi'...- prendieron fuego a las despensas y desencadenaron un infierno de tres horas que dejó 49 cadáveres: apuñalados, linchados, molidos a palos, decapitados, abrasados... Tras la batalla campal, la Policía encontró 120 'pinchos' de fabricación artesanal, 86 cuchillos y 60 martillos que se habían empleado como armas.

Ofrendas de bebida

El motín ha permitido atisbar hasta dónde llegan el descontrol y la corrupción en algunas cárceles mexicanas. En Topo Chico había saunas, aparatos de aire acondicionado, cintas de correr, incluso algún acuario, y los presos que manejaban la prisión habían establecido 280 puestos de alimentos y un bar decorado con frescos de la Santa Muerte. La macabra figura, tan venerada por los narcos, era una presencia obsesiva en el penal, salpicado por cientos de altares donde le presentaban ofrendas de bebida, tabaco y droga. Ni siquiera faltaban las estatuas a tamaño real.

«Tristemente, la tragedia de Topo Chico no es sorprendente», explica a este periódico Leslie Solís, investigadora en materia penitenciaria de la organización México Evalúa. La cárcel de Monterrey servía como buen ejemplo de los inquietantes vicios del sistema: «Un número importante de prisiones tienen autogobierno, el personal de seguridad y custodia es insuficiente, hay presencia de sustancias y objetos ilícitos, hay privilegios y no se garantizan condiciones dignas. Los internos están en ambientes de corrupción, violaciones de derechos, maltrato y violencia», enumera. En México, sometido desde hace años a una escalofriante escalada de criminalidad, la mano dura de las autoridades ha derivado en cierto abuso de las penas de cárcel: más del 60% de los internos ha cometido delitos menores y en torno al 40% está en prisión preventiva, sin que exista separación entre los ladrones de poca monta -en el motín mataron, por ejemplo, a Erick González, preso por haber robado el equipo de música de un coche- y los encallecidos esbirros del crimen organizado. En Topo Chico se apretaban 4.585 internos, cuando está construida para un máximo de 3.635, pero en el país hay centros con ocupaciones que cuadruplican o incluso quintuplican su capacidad.

'El Z-27' y 'el Credo', como buenos peces gordos, salieron vivos de la revuelta. Y eso que, al segundo, el caos le pilló con la guardia baja: en aquel preciso momento, estaba acompañado por una mujer. 

Fuente: hoy.es